El pasado miércoles, Zapatero presentaba el plan de recorte del gasto público en la Cámara, sin que ningún partido o sindicato lo apoyase. Los 15.000 millones de euros del ajuste fiscal dejaron desmoralizada a la clientela socialista, porque contradecía todo lo que había dicho el presidente desde que estalló la crisis económica. Para recomponer la sintonía con las bases socialistas, el Gobierno propone subir los impuestos “a los que más tienen”. Zapatero advierte que no le va a pedir dinero a la clase media, sino a los ricos. El presidente no quiere que los más débiles sean los que paguen los platos rotos del déficit público y la deuda.

Primera observación: la medida es fruto de la improvisación, porque no se la había planteado el Gobierno ni a Bruselas ni al Parlamento. La subida de impuestos quedaba como una herramienta para el caso de que no bastase con la reducción del gasto. Hace cuatro días, en Oviedo, José Manuel Campa, secretario de Estado de Economía, decía que sólo tocaba hablar de austeridad. No se anuncia la subida de tributos para reforzar la lucha contra el déficit público, sino para lanzar un mensaje al electorado de izquierdas: a por los ricos.

Ahora hace falta que diga Zapatero quiénes son los ricos. Entre los parlamentarios socialistas se barajaron algunas medidas pintorescas, como aumentar el IVA a los objetos de lujo (me imagino que las joyerías cerrarán) o poner un extratipo en el Impuesto de Sociedades para las 19 empresas españolas que ganan más de 1.000 millones de euros al año. Aunque haya gente que le suene bien esa música, no cabe duda que está más emparentada con la tropa “chavista” que con la fiscalidad de la UE. Seamos sensatos. Si la gran mayoría de los países de la UE suben algunos tributos para rebajar el déficit público, hagamos nosotros lo mismo pero sin caer en discursos “peronistas”. Puede subirse algún punto el gravamen del IRPF, aún a sabiendas de que ese esfuerzo va sobre las clases medias y que el consumo va a sufrir un retroceso mayor que con la subida del IVA. Puede desempolvarse un tributo obsoleto, con muy poco predicamento en Europa, como el Impuesto sobre Patrimonio, que sólo aporta 2.300 millones de euros. En cuanto a los ricos, tienen 25.000 millones de euros en las sicav, pero si se les penaliza se van con el dinero a otro país, porque la circulación de capitales es libre. No hagamos demagogia.