La Generalitat ha decidido subir dos puntos el Impuesto sobre la Renta a los contribuyentes que ganen más de 120.000 euros al año, y cuatro puntos a los tengan unos ingresos por encima de los 175.000 euros. Con esta medida Montilla ha declarado que espera recaudar 75 millones de euros. No es una cantidad despreciable, pero todo debe ponerse en su contexto: el presupuesto anual de Cataluña excede los 30.000 millones de euros, así que la ganancia para la Hacienda catalana no supone más de lo que serían diez millones para las arcas del Principado. Una medida que responde más a razones ideológicas que a necesidades fiscales.
Los gobiernos autonómicos socialistas van a incrementar la presión sobre las rentas altas. Ante el recorte de los sueldos de los funcionarios y la congelación de las pensiones, se trata de hacer ver a las clases medias y bajas que los gobiernos de izquierda van a implicar a los acaudalados en la tarea de reducir el déficit público. Es un gesto populista que puede dar algún rédito en las urnas. Con independencia del acierto de la medida, lo que sería más interesante para los socialistas sería forzar un debate sobre la imposición fiscal. El equipo de Mariano Rajoy sigue atado al dogma de la bajada de impuestos, como si estuviéramos en pleno boom de la construcción. Ni los conservadores ingleses ni los alemanes ni los franceses plantean esa política, pero la dirección nacional del PP repite el mantra de la bajada de impuestos, una política que llevaron a cabo Aznar y Zapatero en los años de bonanza. No es de recibo plantear la reducción del déficit por el método de bajar los impuestos. Es más fácil cuadrar el círculo.
En Asturias, IU tiene elaborada una propuesta de aumentar el gravamen del Impuesto sobre la Renta a partir de los 60.000 euros, y también quiere recuperar el Impuesto sobre Patrimonio. Les será fácil acordar con los socialistas esas políticas. Aunque dirigentes de izquierda y profesores de Hacienda añoren el Impuesto sobre Patrimonio, no deja de ser una forma de gravar dos veces por el mismo concepto: primero cuando se gana el dinero y luego por mantenerlo en una cuenta. Además, el Impuesto sobre Patrimonio plantea una casuística muy curiosa: un ricachón se compra una finca y construye un chalet, como residencia habitual, y no paga por ello, mientras que si tiene ese dinero en un banco debe hacerlo.