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Juan Neira

LARGO DE CAFE

TEATRO POLÍTICO

Tras la sentencia sobre el “Estatut” llegan las reacciones en forma de paradojas. PSOE y PP están satisfechos con la decisión del Tribunal Constitucional (TC). Álvarez Areces dice que es positiva para España porque pone fin a la tensión y al enfrentamiento; el presidente asturiano considera que el “Estatuto puede continuar su camino”; el Estado Autonómico y el TC salen fortalecidos, en opinión de Areces. El PP asturiano también está conforme con el fallo judicial. A escala nacional se reproduce la escena: Zapatero y Rajoy están contentos con la sentencia. Los dos partidos discrepaban radicalmente sobre el “Estatut”, pero ahora coinciden en aprobar como ha quedado el texto. Alguno de los dos partidos finge, aunque quizás lo hagan ambos. El PP interpuso el recurso ante el TC hace cuatro años, cuando había unas condiciones políticas distintas a las actuales; en el presente, el PP siente que es el principal candidato para ganar los comicios de 2012, y prefiere restablecer puentes con los partidos nacionalistas moderados como CiU. La etapa de la lucha frontal contra el nacionalismo ha quedado atrás. Los socialistas también están interesados en defender la sentencia; El PSOE es coautor del “Estatut”; el texto fue producto de una negociación de Zapatero con Artur Mas, así que se apuntan de buen grado a una sentencia que deje incólume la gran mayoría de los artículos.

La reacción de los partidos catalanistas (los que integran el tripartito y CiU) resulta sorprendente. Desde el honorable Montilla hasta ERC se sienten indignados. Los portavoces de los cuatro partidos aseguran que se ha roto el pacto que había entre España y Cataluña. Es tal su irritación que ya han convocado una manifestación en la calle para rechazar la sentencia. Mientras que la mayoría de observadores considera que el “Estatut” ha sufrido ligeras modificaciones o amputaciones, los catalanistas se rasgan las vestiduras. La única explicación está en la proximidad de las elecciones autonómicas y en la necesidad que tienen todos ellos de presentarse como defensores de las esencias catalanas.

Entre tanta paradoja es difícil hacer un juicio ponderado, porque tenemos que acostumbrarnos a una nación que no es nación, una lengua que es predominante en la Educación y no en la Administración, y a unos privilegios fiscales que persisten, aunque disminuidos.

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por JUAN NEIRA

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