Álvarez Areces ha declarado que renuncia a presentarse a la reelección como presidente para acceder a un cuarto mandato. Con una decisión que consideró “adecuada” -sin explicar las razones que le impulsaron a tomarla-, realizó un rápido repaso sobre los aspectos en que ha mejorado Asturias en sus tres legislaturas, que van desde la estabilidad institucional hasta el perfeccionamiento del modelo social, pasando por la diversificación económica y el desarrollo de las infraestructuras. De esa manera, Álvarez Areces ha anunciado el fin de un ciclo, ya que las elecciones autonómicas de 2011 traerán aparejado el cambio de equipos, aunque queda por saber si tras los mandatos de Areces se prolongará la hegemonía socialista en las instituciones asturianas o supondrá la llegada del PP al poder.
Areces ha anunciado que se va cuando faltan menos de diez días para que el Comité Federal del PSOE declare abierto el periodo de presentación de candidatos para presidir las comunidades autónomas y ayuntamientos. Conocida la voluntad de Areces, no queda ninguna duda de que Javier Fernández, secretario general de la FSA, será el candidato socialista en las elecciones del 27 de mayo de 2011. La comparecencia pública de Álvarez Areces parece ideada para garantizar una transición ordenada entre ambos líderes, de modo que no haya ni asomo de rivalidades y rencillas, muy en la línea del libro de estilo del PSOE: de cara al público todo es armonía, porque los trapos sucios se lavan en casa. Una forma de actuar que contrasta en Asturias con los modos del PP, que cuenta sus cambios internos por conflictos. Sin falta de mirar al pasado lejano, basta recordar la forma ruidosa y altisonante con que Gabino de Lorenzo se encaramó a la cabeza de la lista asturiana en las últimas elecciones generales, con chanzas públicas hacia Ovidio Sánchez, máximo responsable de la organización regional.
Primarias
Las impecables formas socialistas no quieren decir que el ciclo de Areces haya estado exento de conflictos internos. Al contrario. Álvarez Areces pudo ser proclamado candidato socialista para los comicios de 1999 porque en el PSOE se instauró el modelo de elecciones primarias. De no darse ese cambio en el método de elegir candidatos, Areces nunca hubiera sido presidente. La mayoría que tenía José Ángel Fernández Villa en la dirección regional socialista hubiera impedido la promoción de Areces. Sólo el miedo de perder las elecciones primarias, dado el gran prestigio que tenía entonces el alcalde de Gijón, hizo que la dirección socialista regional lo aupara al primer puesto de la lista autonómica.
Areces llegó a la presidencia acompañado por un grupo parlamentario en el que dos tercios de los diputados estaban alineados con el líder del Soma, por eso en el primer mandato sufrió un enorme desgaste la figura del nuevo presidente. Dentro del inventario de las graves anomalías de la vida institucional asturiana hay que mencionar la Ley de Cajas, en la que el grupo socialista lideró un consenso parlamentario en contra del presidente. Sólo la enorme capacidad de encaje de Areces hizo que el Principado no viviera la degradante experiencia de contar con dos presidencias consecutivas frustradas.
El panorama cambió con la llegada de Javier Fernández a la Secretaría General de la FSA. Siendo dos líderes con orígenes distintos, ambos comparten un gran respeto por el prestigio de las instituciones, de modo que las formas cainitas de hacer política en Asturias chocaron con la bicefalia socialista, impuesta hace una década.
Déficit
Sin embargo, los grandes enfrentamientos del primer mandato de Álvarez Areces dejaron cicatrices en la clase política y en la sociedad asturiana. Veamos. Hay una falta de correspondencia entre las realizaciones del Gobierno de Areces y el capital político acumulado por el Principado. Cuando se construye un hospital regional con proyección para cincuenta años, cuando se realizan exitosas gestiones para que El Musel tenga las hechuras propias del siglo XXI, cuando se ejecutan dos autovías que vertebran el flujo rodado del área central o cuando se gestiona un modelo educativo que acaba de quedar a la cabeza de las diecisiete comunidades autónomas en las pruebas realizadas por el Ministerio de Educación, se espera que grupos políticos, agentes sociales, ayuntamientos y opinión pública reconozcan algún mérito. Nada de eso ocurre.
El menoscabo de la ejecutoria de los gobiernos presididos por Areces no provino de una oposición correosa, capaz de amplificar los defectos, porque las críticas del PP apenas produjeron rasguños. Otra cosa ocurría cuando Aznar tenía ministros asturianos. Aunque el presidente Areces ha subrayado la estabilidad institucional de sus mandatos, sigue habiendo un gran déficit en esa materia, convirtiéndose la Presidencia del Principado en una institución aislada sobre la que se concentra la crítica de alcaldes, las reivindicaciones de sindicatos y empresarios, las quejas universitarias y de colegios profesionales, así como las protestas de diversas organizaciones sociales. En este punto conviene recordar la propaganda de Gabino de Lorenzo creando un artificial enfrentamiento entre la capital de Asturias y el presidente de la región.
Frente a todo ello, el bagaje de Areces estuvo en ganar seis elecciones seguidas, tres en el Ayuntamiento de Gijón y otras tantas en la comunidad autónoma. Areces ha anunciado el fin de un ciclo, pero no creo que abandone la política, porque pese a su largo currículo sigue estando más cerca del activista que confecciona panfletos que de la melancólica actitud del ex presidente que redacta memorias.