Cuando tienen que hablar sobre la crisis de la organización asturiana, los máximos dirigentes del PP nacional recurren a la ambigüedad. El equipo de Rajoy ha renunciado a utilizar la fórmula acuñada por Pujol para esquivar las preguntas comprometedoras: “no toca”. Los líderes del PP prefieren lanzar mensajes ambivalentes, con los que evitan tomar partido y logran prolongar la indefinición. Se repiten como loros, porque no saben salir de la jaula. Dolores de Cospedal, en su enésima intervención sobre el conflicto que vive el PP asturiano, ha dicho que se elegirá al candidato “que genere más ilusión y adhesiones”. Dicho así, parece que apunta claramente a Álvarez-Cascos. Los otros nombres que se han barajado apenas le dicen nada al electorado. Pero la secretaria general ha añadido que el candidato “puede ser Cascos o cualquier otro”. Es evidente que entre las dos afirmaciones hay una contradicción insuperable, ya que no es compatible optar por el dirigente que tenga más tirón dentro y fuera del partido y considerar, simultáneamente, que puede ser cualquier otro líder que no sea Álvarez-Cascos. Pero De Cospedal no busca tener un discurso lógico, sino dejar la elección entre brumas, sin dar pistas definitivas sobre lo que piensa el aparato.

Repitamos un axioma que vale para cualquier político en trance de optar entre varias alternativas antagónicas: si se pospone la decisión se gana tiempo, pero se pierde capacidad de maniobra. A veces tiene sentido elegir la postura de ganar tiempo, cuando es el propio transcurso de los días el que decanta las situaciones. Pero en la mayoría de las ocasiones ocurre lo contrario: los conflictos se enquistan.

Si Rajoy hubiera dicho algo concreto en primavera, a estas alturas la totalidad del PP asturiano estaría unida detrás del candidato. En aquella época, todos decían que Cascos era un galáctico, empezando por Gabino de Lorenzo. El silencio de la dirección nacional sirvió de caldo de cultivo para que los tres principales dirigentes municipales del PP sacaran dos comunicados descalificando al ex ministro, dando paso a las hostilidades. Mientras De Cospedal pronuncia frases sibilinas, la militancia recoge firmas en la calle, y el alcalde más alcalde de todos los alcaldes le hace llegar un mensaje: “él o yo”. Cada semana que pasa, la situación será más difícil de reconducir.