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Juan Neira

LARGO DE CAFE

SALVAR LOS MUEBLES

El paro ha tenido un mayor seguimiento en Asturias que en el resto de España. Se trata de una característica repetida en todas las huelgas generales de la democracia. A nadie puede extrañar, porque los sindicatos tienen un reconocimiento por parte de los poderes públicos que no se da en otras regiones, así que la influencia en los días de labor se transforma en autoridad y mando en las jornadas de huelga. El llamamiento al paro tuvo un temprano seguimiento en los polígonos industriales y en las grandes empresas, aunque para extenderse al centro de las ciudades fue preciso que la huelga se convirtiera en “jornada de lucha”, por utilizar una terminología de la transición. Sólo con intensa pedagogía sindical se logra que el conjunto del sector servicios (tiendas, bares, bancos, seguros, colegios, centros sanitarios, peluquerías, confiterías, panaderías, concesionarios de coches) asuma que hay que dejar de trabajar. A media mañana, el objetivo de las centrales sindicales estaba cumplido: la foto de las calles y plazas era la de un día de fiesta, pero con restricción de consumo.

La huelga tuvo un menor seguimiento que las últimas convocadas contra las disposiciones laborales de los gobiernos de Aznar (20 de junio de 2002) y Felipe González (27 de enero de 1994). Hay varias razones para que el paro haya sido menor. En primer lugar, nadie quiere que le rebajen la nómina del mes en plena crisis económica. Tras este argumento inicial, hay dos razones de peso.

La huelga llegó tarde, cuando el decreto de Zapatero se había convertido en ley, así que las posibilidades de cambiar la norma son muy remotas. Las centrales barajaron convocar el paro antes de las vacaciones del verano, pero el fracaso de la huelga de los funcionarios (8 de junio) llevó a que se postergara la convocatoria. El afán de los líderes sindicales por subrayar la utilidad de la huelga denota que la cosa sería distinta si la jornada de paro se hubiese desarrollado en los meses de junio o julio. Otro argumento. La gente asume que la reforma laboral es una imposición de la Unión Europea, al igual que los recortes de sueldo de los funcionarios o la congelación de las pensiones, así que Zapatero no tiene margen para rectificar. Es más, gran parte de la población percibe que estas medidas son un mal menor, convencida que de triunfar la estrategia sindical la economía española acabaría siendo intervenida por la UE, como ocurre con Grecia.

La opinión pública tiene una visión mucho más crítica del papel de los sindicatos que hace dos décadas, como la tiene de la clase política. La profesionalización de la actividad sindical, al igual que la conversión de la labor parlamentaria en una carrera, provoca las iras de los ciudadanos. Antes se criticaba cuando un sindicato firmaba un mal convenio, ahora se lanzan inventivas contra los negociadores por estar liberados de trabajar, con independencia de la sustancia del convenio que acuerden con la empresa.

Más allá de la pugna por cambiar la reforma laboral, las centrales sindicales se jugaban mucho en el envite: el mantenimiento de su estatus, como interlocutores privilegiados del Gobierno, por ser los representantes del mundo del trabajo. La convocatoria de la huelga llegó enmarcada por el giro de la política de Zapatero y la desafección de los trabajadores hacia los sindicatos de clase. ¿Salieron airosos del pulso las centrales sindicales?

En una conclusión provisional de la jornada de huelga podemos decir que los sindicatos salvaron los muebles, al lograr que su llamamiento tuviera un seguimiento importante, auque inferior a anteriores citas. Bien es cierto que el esfuerzo por extender la huelga de los polígonos industriales a las ciudades hizo repuntar las críticas a la metodología empleada por los sindicatos. Aunque en esta materia conviene no confundirse: el problema no es tanto de los piquetes como de la ausencia de una ley de huelga, que defina qué son los servicios esenciales (transporte, sanidad, educación, seguridad), y cómo deben organizarse los servicios mínimos. Y dejo para el final la pregunta-resumen: ¿Quién sale fortalecido de la huelga general? Antes de contestar rotundamente que los sindicatos, observen que Zapatero tenía ayer un gesto más de relajación que preocupado.

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por JUAN NEIRA

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