La propuesta, realizada por Álvarez-Cascos, de convocar un congreso del PP para resolver la actual crisis organizativa y política, conlleva la participación de todos los afiliados del partido. No se trata de un congreso al uso, en que las juntas locales eligen delegados, y unos cientos de militantes toman decisiones por todos. El formato planteado por el ex ministro implica que todos los afiliados puedan pasar por las urnas del congreso para escoger la nueva dirección del partido. Así realizó el PP de Baleares su último congreso.
El PP regional es una organización que vive del protagonismo y la forma de hacer política del equipo de Mariano Rajoy, sin aportar nada nuevo desde Asturias, más allá de las propuestas extravagantes de Gabino de Lorenzo. Los órganos del PP no se reúnen y Ovidio Sánchez le ha dado las riendas del poder al alcalde de Oviedo. El líder carbayón convoca a sus amigos para tomar decisiones transcendentes, como la elección de Pérez-Espinosa para ser candidata en los comicios autonómicos. De Lorenzo tiene buen cuidado de no invitar a su mesa a dirigentes del PP que puedan discrepar, formando una especie de alto comité alternativo en el que tienen cabida todos los cargos del PP interesados en que todo cambie para que todo siga igual. Las actuaciones contrarias a lo que mandan los estatutos son tantas que podrían provocar la apertura de un expediente disciplinario para muchos cargos del PP, pero con medidas administrativas no se remedian las crisis de las organizaciones, sino que se acentúan. Lo que corresponde ahora es partir de la voluntaria dejación de funciones de la dirección regional y reemplazarla en un congreso con el voto de los afiliados.
Los problemas que aquejan al PP en la última década no provienen sólo de haber insistido hasta tres veces con un mal candidato autonómico, que lo era, sino de abandonar las tareas organizativas, de redactar unos programas electorales lamentables (ver lo que decía el programa de medio ambiente del PP sobre valorizaciones energéticas: ¡once palabras!) y de entender el monopolio de la oposición como una posición confortable. Ante un panorama así hay que poner la dirección del partido en otras manos, contando con la implicación de toda la militancia. Ni que decir tiene que la preparación del congreso no puede recaer en los que provocaron el desastre.