Se cierra la noche electoral con nuevo Gobierno en la Generalitat. No hace falta esperar a negociaciones “del día después” para decir que habrá un Gobierno monocolor de CiU, que tendrá en su mano pactos a la carta, desde la estable “sociovergencia”, con el PSC, a acuerdos puntuales con ERC o PP, aunque con este último partido no creo que sea posible hasta que se celebren las elecciones generales, ya que Rajoy quiere llegar a la Moncloa con las manos libres, sin haberse comprometido con nadie ni haber dado una pista sobre el programa a desarrollar. En este sentido sigue la doctrina de Aznar, cuando ante cualquier disyuntiva decía que “hay que hacer las cosas bien”, sin aclarar las cosas concretas a realizar. El Gobierno monocolor de CiU no es la consecuencia de ninguna victoria histórica, porque en las elecciones de 1984, 1988 y 1992, obtuvo un porcentaje de votos mucho más alto, con mayoría absoluta en la Cámara.
CiU tiene un margen holgado para gobernar por el descalabro electoral del tripartito, tras haber fracasado política y socialmente al frente de los destinos de Cataluña. Dentro del desastre, destaca la pérdida de votos y escaños de ERC, que queda por debajo de ICV, el partido hermano de IU, que tiene una pérdida moderada. Dentro de la desastrosa gestión del tripartido, ICV fue el partido menos frívolo.
Capítulo aparte merece el resultado del PSC, porque es uno de los dos partidos que ha obtenido un registro histórico: 18% de votos y 28 escaños. Nunca había bajado de los 33 escaños y a Montilla le cabe el dudoso mérito de haber excavado el pozo más hondo. La deriva nacionalista de Maragall fue continuada por un andaluz insertado en Cataluña, y el electorado natural socialista acabó por darle la espalda al PSC, tras su triple fracaso: la apuesta por el “Estatut”, la gestión autonómica (29.000 millones de deuda) y la crisis económica. El segundo resultado histórico le corresponde al PP, que ha obtenido 18 escaños, uno más que en su mejor época con Vidal Cuadras de líder. Aunque la política catalana se mueve en un marco específico, va a ser muy difícil que los dos grandes partidos se sustraigan a una traslación de los resultados al mapa español. Para el socialismo, la urna catalana arroja conclusiones muy preocupantes, y para Rajoy la señal de que navega por la ruta correcta. En cuanto a Laporta, vive de los éxitos de Guardiola.