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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA TRAMPA ASTURIANA

En sólo 36 horas, la lucha interna en el PP asturiano ha dado un vuelco al decantarse la dirección nacional por Isabel Pérez-Espinosa, como candidata a la Presidencia del Principado, y con la carta enviada por Álvarez-Cascos a Rajoy dándose de baja en el partido. Tras un semestre de enfrentamiento, sin cambiar un ápice las posturas de los dos bandos enfrentados, se ha pasado a un escenario distinto con la intervención del máximo líder del PP nacional y la inmediata respuesta del político gijonés.

Cascos dice que abandona el PP, tras 34 años de militancia, por no haber encontrado amparo en los órganos de dirección ante los insultos y descalificaciones recibidos de los mandamases del PP asturiano. La indiferencia ante las quejas pasó a convertirse en agravio al respaldar Rajoy la propuesta electoral presentada por Gabino de Lorenzo, en una comida informal con dirigentes del partido. La decisión de la dirección nacional supone, de facto, legalizar los métodos y procedimientos empleados por el alcalde de Oviedo. La opinión de Gabino de Lorenzo sustituyó al Comité Electoral Regional, que ni siquiera fue convocado para trasladar su propuesta a los órganos nacionales. En el PP asturiano, lo que dice Gabino es de obligado cumplimiento, y ahora cuenta con el aval de Génova.

Dos opciones

Como no estamos para constatar lo ya sabido, adelantemos que la renuncia de Cascos al carné del PP es el paso obligado para poder dirimir ante la sociedad lo que era una controversia llamada a resolverse dentro del partido. La realización de un congreso, con voto de todos los militantes, hubiera superado el enfrentamiento, porque las urnas tienen un poder taumatúrgico; las primarias de los socialistas han convertido en incontestable el liderazgo de Tomás Gómez en Madrid. Renunciar al voto es abrir la puerta al dedazo, como ha ocurrido. Cuando se sustituye el convencimiento por la imposición, se corre el riesgo de ver cuestionada la autoridad. La entrega del carné de Cascos anticipa que la última palabra sobre la representación de la derecha en la próxima Junta General del Principado no la va a tener Rajoy, sino el propio electorado asturiano, porque va a poder escoger entre dos opciones. El ex ministro no lo ha dicho, pero no hay que ser un lince para entreverlo.

En la crisis del PP asturiano, la dirección nacional del PP ha cometido errores impropios de un colectivo que tiene sobre sus espaldas importantes responsabilidades. Si tuviera que destacar un error, diría que fue resolver el enfrentamiento prescindiendo de las preferencias del electorado de derechas. Lo peligroso no es chocar con un sector del partido, sino ponerse de espaldas a los ciudadanos. Máxime cuando estamos hablando de Asturias, donde conservadores y liberales han acumulado más frustraciones que en cualquier otra región española.

Un día del pasado verano, desde la sede de Génova, se lanzó el mensaje de que el futuro de la candidatura asturiana se decidiría en una entrevista entre Rajoy y Cascos. La entrevista se produjo, con un resultado más que esperanzador para el político gijonés, pero las complicaciones llegaron al cerrarse las puertas al congreso del partido que daría una gran autonomía al dirigente que lo ganara, fuese Cascos o Espinosa.

Aparato

Y ahí llegamos al problema de fondo, que no es exclusivo de Cascos y Rajoy, ni siquiera del PP regional, sino que gravitó sobre todos los líderes de nuestra comunidad autónoma. Podríamos llamarlo, la trampa asturiana. A Cascos se le ofreció la cabeza de la candidatura, mientras el aparato del partido se reservaba la potestad de introducir nombres entre la lista y resolvía las candidaturas municipales. El objetivo era contar con un candidato atractivo para captar votos, en permanente precariedad parlamentaria frente al aparato del partido. En Asturias hubo algún presidente que careció de autonomía para nombrar ni a uno solo de sus consejeros. Como no tengo espacio, ni ganas, para entrar en detalles, haré un enunciado general: ni De Silva ni Rodríguez-Vigil ni Trevín ni Marqués ni Areces se vieron obstaculizados por la oposición, que es la encargada de poner en dificultades a los gobiernos, sino que los quebraderos de cabeza les vinieron de sus propias filas. El fin de sus mandatos estuvo dictado por los aparatos de los partidos, que fueron los que previamente los habían aupado. Cascos quiso afianzar su liderazgo en el apoyo de la militancia y recabó soberanía frente al aparato. Por mantener ese criterio, vio cómo se pasaba de las promesas de verano a la nominación de Pérez-Espinosa en el límite del año.

No va haber un congreso del PP, con implicación de toda la militancia, sino que será la sociedad la que ponga directamente nota a Cascos, De Lorenzo, Pérez-Espinosa, y cuantos candidatos del centro-derecha concurran a los comicios de primavera. A Rajoy no le convencía el escrutinio interno en la organización asturiana y tendrá que aceptar la evaluación externa. El PP asturiano se va a enfrentar a una posición muy incómoda, porque si para algo no está preparado es para competir con Cascos en las urnas.

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por JUAN NEIRA

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