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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA BANDERA DE CASCOS

En la mañana del 1 de enero Álvarez-Cascos se daba de baja, en Madrid, como militante del PP, y en la tarde del 2 de enero hacía su primera declaración política, en Oviedo, como político sin partido. Cuando se actúa de una forma tan rauda es porque el escenario provocado por Rajoy al elegir de candidata a Pérez-Espinosa ya estaba analizado por el dirigente gijonés. Cuando se presiona durante tres meses sobre la composición de la lista electoral, sin resultado alguno, es evidente que el siguiente paso a dar es cambiar al cabeza de candidatura. Ese fue el movimiento de Rajoy, obteniendo una respuesta inmediata: si no se quiere un congreso para que decidan los militantes, las urnas se sacarán a la calle para que los ciudadanos dicten su veredicto.

En todos los partidos políticos hay dirigentes que caen en desgracia y pasan a un segundo plano. Ahora bien, cuando un líder acumula un gran capital político, que es la suma de tener notoriedad y credibilidad, cuenta con seguidores y posee un discurso propio, está en condiciones de crear una marca y disputar el mercado de los votos. El último caso sonado en España fue el de Rosa Díez, marginada por Zapatero, y ahora competidora suya en las urnas. Por cierto, Rosa Díez es mejor valorada que Zapatero y Rajoy en todas las encuestas. Y la única diputada que pidió reformar el escandaloso régimen de pensiones del que gozan diputados y senadores: siete años bajo el aire acondicionado de la Cámara y pensión máxima para toda la vida. Zapatero y Rajoy se niegan a reformarlo.

La declaración de Álvarez-Cascos tenía por objetivo levantar una bandera. No se adentró en estrategias ni tácticas, tampoco hizo mención alguna a propuestas electorales, no fijó contornos ideológicos, ni criticó a los gobiernos de España y Asturias. Se limitó a decir que está aquí para recorrer un camino, con la brújula puesta en convertir a Asturias en una región de referencia, como lo fue en las décadas brillantes de Ilustración del XVIII o en los tiempos en que el petróleo se llamaba carbón. Para justificar su iniciativa, señaló que Asturias no cuenta para las decisiones de los dos grandes partidos. Como la herida está muy reciente, señaló que en el PP nacional no escucharon los mensajes de los asturianos y que Rajoy antepuso sus intereses particulares a los generales de nuestra región. Según Cascos, «Asturias le importa un comino» a la dirección nacional del PP, poniendo como ejemplo que ninguno de sus dirigentes visitó nuestra región durante la crisis del partido.

Conociendo cómo actúan los estados mayores de los partidos, a no tardar contaremos con la visita de varios dirigentes del PP, con lo que lograrán el efecto contrario al buscado: vienen cuando alguien les planta cara. El duelo entre el político gijonés y sus ex correligionarios va a ser apasionante.

El discurso de Cascos fue una mezcla de regeneracionismo y regionalismo. En Asturias, hubo varios intentos de asentar partidos regionalistas, con distintos líderes y en distintas épocas. Todos fracasaron. Sin embargo, en otras comunidades autónomas el regionalismo es un mensaje que cala entre la gente. El ejemplo más cercano es el de Cantabria, con un presidente regionalista, sumamente popular. La clave está en acertar con la coyuntura y el líder. La profunda crisis económica y la decepción que ha causado el PP asturiano ofrecen una oportunidad única a Cascos. Hay hueco, pero hay que orientar bien el discurso.

Las ofertas regionalistas asturianas han hecho hincapié en rasgos diferenciales, cuando lo que hace falta son argumentos integradores. El acero, la sanidad, la universidad, las autovías o la atención a la tercera edad deben estar en el centro del discurso. En todos estos campos la aportación del PP regional fue inexistente. El PP de Gabino de Lorenzo y Ovidio Sánchez dirigió su estrategia opositora hacia los chiringuitos, confundiendo a Marroquín con Areces, y se olvidó del resto. La ausencia de debate político, por incomparecencia de la oposición, ha desmovilizado a la sociedad, y ahí puede prender la convocatoria de Cascos. El ex ministro habla del «proyecto» que esperaba liderar dentro del PP, y ahora levantará desde la sociedad a petición de 7.000 militantes, que no tienen que cambiar de pensamiento ni de ideología, basta con que lo hagan de carné.

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