Pilar Fernández Pardo ha dado su opinión sobre el terremoto que sacude a la derecha asturiana, con la candidatura de Pérez-Espinosa y la marcha del PP de Álvarez-Cascos. Sin citar explícitamente al ex ministro, la presidenta del PP de Gijón le ha acusado de dividir, destruir, difamar e insultar, haciéndole responsable de la crisis creada. La concejala gijonesa ha agradecido el respaldo dado por Rajoy a la dirección regional de partido y valoró las condiciones de Pérez-Espinosa para el cargo, como renovadora.
Las declaraciones son más duras que las pronunciadas por los portavoces de la dirección nacional del PP y de las valoraciones realizadas por Cascos en su declaración política, tras darse de baja. Sin embargo, no desentonan, porque en Asturias el PP lleva muchos años de debates subidos de tono y no es fácil moderar el discurso en las actuales circunstancias. El agradecimiento a Rajoy es lógico, porque les ha dado la razón a De Lorenzo, Pardo, Aréstegui y Sánchez, aunque no se puede confundir la opinión de un grupo de dirigentes con la dirección del PP de Asturias. Es imposible que Rajoy avalara a la dirección asturiana, porque nunca se reunió y no pudo tomar ninguna decisión. Básicamente, el dedo de Rajoy siguió la dirección del dedo de Gabino de Lorenzo. Ni el Comité Electoral Regional fue convocado.
Pérez-Espinosa tiene rasgos personales que coinciden con otros candidatos autonómicos del PP elegidos tras el último congreso nacional celebrado en Valencia. Ahora bien, si se quiere ser riguroso no se puede identificar renovación con rejuvenecimiento, porque hay dirigentes jóvenes que defienden políticas antiguas y políticos sénior que presentan propuestas novedosas. El futuro está por escribir, pero si Pérez-Espinosa quiere renovar el PP lo más urgente es marcarse distancia con De Lorenzo, que es el verdadero jefe del partido y campeón del inmovilismo. En cuanto a los insultos, mal se puede culpar a Cascos, cuando el alcalde de Oviedo es un consumado especialista en la materia. Este es un mal del PP asturiano. No recuerdo cuando fue la última vez que oímos a un dirigente socialista menospreciar o ridiculizar a otro miembro de su partido. Preparémonos para asistir a cuatro meses trepidantes, en los que las ruedas de prensa de la derecha se llenarán de epítetos, aunque a eso lo llamen lanzar ideas.