Las primeras declaraciones de Pérez-Espinosa son desconcertantes, por la orientación de su mensaje. Aseverar que un sondeo de opinión es poco creíble por el pésimo resultado que arroja para el PP, sólo sirve para que carezca de validez cualquier prometedora expectativa de voto que de a conocer su partido en el futuro. No se entiende que trate de menospreciar a Álvarez-Cascos y diga, a continuación, que sin su competencia el PP tendría mayoría absoluta, porque supone reconocer que la futura formación del ex ministro va a jugar un papel relevante en las urnas. Como Cascos animó a recuperar el orgullo de ser asturianos, la candidata del PP dice que ya tenemos suficiente orgullo. De forma individual es difícil discutirlo, pero su propio partido jugó un papel lamentable cuando se debatió sobre la reforma del Estatuto de Autonomía al anteponer la concesión de un estatus privilegiado para la ciudad de Oviedo a reforzar las competencias del Principado. No fue una actuación guiada por el orgullo de sentirse asturianos, aunque hubiera sido muy beneficiosa para los intereses de la capital de haber sido aceptada por los socialistas. Dejo para el final la alusión a las lagunas mentales de Cascos porque es lo mismo que meter un gol en propia puerta.
Los jefes del PP habrán quedado asombrados con las respuestas, pero el déficit discursivo no está en la concejala ovetense, porque tuvo que asumir, de pronto, responsabilidades muy superiores a las que llevaba ejerciendo. Es factible hacerlo, pero siempre que se cuente con un equipo. Y ahí nos topamos con el problema. Si los órganos de dirección no se reúnen, si el grupo parlamentario tampoco lo hace, si la Junta Local de Oviedo no se convoca, es que el partido no funciona. Los consejos de dos o tres amigos del Ayuntamiento de Oviedo no son bagaje suficiente para fijar una estrategia. ¿Cuántos de los que se reunieron en aquella comida para hacerla candidata le dijeron algo útil para ganar las elecciones?
Cuando un dirigente abandona un partido, lo que dicta el manual es que se ponga el acento en la unidad de la organización y se hable de cosas concretas sobre el futuro, dejando siempre abierta la puerta a la reconciliación, y reconociendo, sin miedo a incurrir en hipérbole, en los grandes méritos del que da el portazo. Es una regla general que desconoce el entorno de Pérez-Espinosa.