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Juan Neira

LARGO DE CAFE

SEISMO EN LA DERECHA

Entre la víspera de la Nochevieja y el día de Reyes se produjo un seísmo en el espacio de la derecha asturiana de magnitudes desconocidas que ha cambiado el mapa de fuerzas político de la región. Bastó que Rajoy contraviniera las preferencias del electorado conservador, al designar a Pérez-Espinosa como candidata del PP, y que Álvarez-Cascos recogiera el guante presentando las premisas de un nuevo partido político para que el electorado convirtiera en obsoletas todas las encuestas y rompiera con una tradición de voto que se remonta a tres décadas atrás. En una semana se produjo una alteración de la expectativa de voto más profunda que las variaciones acumuladas a lo largo de siete elecciones autonómicas.

Durante el año 2010, en cuanto se fue desvelando que al problema del paro se suma el déficit de solvencia de España, la diferencia en las encuestas sobre tendencia de voto, entre el PP y el PSOE, se fue agrandando. Cuando Cascos le entrega el informe a Ana Mato, en el que reclama la celebración de un congreso para resolver los problemas del PP asturiano, como paso obligado para encabezar la lista electoral, la distancia entre los dos grandes partidos era de seis puntos. Cuando Rajoy escoge a Pérez-Espinosa, la diferencia supera los dieciocho puntos. El poder de Rajoy es el propio de un presidente de Gobierno ‘in pectore’.

Razones internas

Rajoy, como líder de la oposición, no tuvo ni una sola dificultad con el Gobierno a lo largo de la legislatura, porque el crecimiento de la lista del paro fue socavando las bases sociales del Ejecutivo de Zapatero; sin embargo, Rajoy sufrió muchos quebraderos de cabeza como líder del partido, por los conflictos con Esperanza Aguirre, Camps y la jaula de grillos catalana. Dar la oportunidad a Cascos de convertirse en barón regional aportaba riesgos añadidos, y Asturias, con sus ocho diputados nacionales, no está en condiciones de convertirse en piedra de toque de ninguna mayoría parlamentaria nacional. El presidente del PP descartó a Cascos por los equilibrios internos del partido.

Durante el largo trimestre de vacilaciones que precedió a la nominación de Pérez-Espinosa, se decía que el plus electoral de Cascos residía, como máximo, en un par de diputados. Si la lista la encabezaba cualquier otro dirigente asturiano, el PP corría el riesgo de quedarse a las puertas del poder, mientras que con Cascos la mayoría absoluta empezaba a ser una expectativa real. Para Génova, uno o dos escaños no es una diferencia sustancial, y repetir el rol de partido opositor en una comunidad uniprovincial de un millón de habitantes es un coste asumible. Digamos que el análisis del equipo de Rajoy fue el propio de una crisis regional convencional, en que el aparato impone su voluntad, las bases del partido se repliegan y el electorado apenas se inmuta.

La cosa empezó a cambiar cuando Cascos cogió un taxi para darse de baja del PP e hizo una declaración política, en Oviedo, que preludia la fundación de un nuevo partido en Asturias. Antes de que la propia militancia reaccionara, el electorado ya se había movido, produciendo un vuelco en la distribución del voto. El único sondeo realizado revela el descalabro del PP y un retroceso del PSOE, dejando al nuevo partido al frente de las encuestas. No tiene sentido entrar en cifras concretas de escaños, porque en cuatro meses puede haber profundos cambios.

Es más interesante analizar por qué el voto de la derecha asturiana puede ser tan voluble ante los próximos comicios autonómicos. No creo que en otras regiones, una situación semejante dejara al PP al desnudo. La coyuntura es óptima para el PP a escala nacional, desde Ceuta y Melilla hasta el Cabo Peñas. En las distintas comunidades autónomas, los socialistas tienen el hándicap de ir encadenados al Gobierno central y van a recibir un voto de castigo injusto, porque en algunas regiones, como Asturias, el PSOE hizo una gestión socialdemócrata, ajena a la mezcla de inanidad y provocación del Ejecutivo de Zapatero.

Fragilidad

¿Por qué el electorado abandona al PP asturiano en una coyuntura tan favorable? El PP regional ha vivido siempre de rentas ajenas. En los años ochenta, sin ninguna referencia externa, apenas competía con los socialistas. Durante la época de Aznar, vivió del prestigio de los ministros asturianos, Rato y Cascos. Bastaba con acudir a hacerse la foto en las ceremonias de las ‘primeras piedras’. En esos tiempos, De Lorenzo quiso poner el nombre de Álvarez-Cascos al Auditorio de Oviedo, en un gesto que lo retrata como gran pelotillero. Durante los últimos doce años, el PP asturiano no ha hecho nada por la región. Sin iniciativas y con escasísimo pulso en su labor opositora, es una organización conformista, muy alejada de constituir una alternativa de poder. Esa es la verdadera razón por la que el votante de derechas recibió con tanta satisfacción la posibilidad de que retornara Cascos. Sin esa falta de credibilidad intrínseca, el sufragio de derechas no migraría hacia otras siglas. Con la nula actividad de sus órganos directivos, con el magro bagaje municipal de 12 alcaldías, el elector de derechas se debate entre votar a un partido increíble o a un candidato creíble.

De plasmarse la división de la derecha en las urnas, el escenario no será el evaluado por Rajoy cuando eligió a Pérez-Espinosa. El coste de quedar en la oposición es asumible, pero la división política y parlamentaria de la derecha, trasladando a Asturias el esquema de fuerzas de Navarra, pondría al PP nacional en la trabajosa tarea de minimizar daños negociando los términos de la reconciliación

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por JUAN NEIRA

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