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Juan Neira

LARGO DE CAFE

VENDAVAL CASCOS

La encuesta realizada por Asturbarómetro, a la que ha tenido acceso EL COMERCIO, arroja unos resultados que suponen un espectacular vuelco electoral, plasmando un escenario parlamentario muy distinto al conocido hasta ahora. Antes de analizarlo hay que valorar que el trabajo de campo se hizo en unos días en que el electorado del centro-derecha se encontraba estupefacto, porque la decisión de Rajoy de elegir a Pérez-Espinosa como candidata a la Presidencia del Principado sólo contaba en Asturias con el apoyo de Gabino de Lorenzo, secundado por un puñado de dirigentes. Bastaba salir a la calle para percibir que entre la clientela natural del PP había consenso sobre la figura de Álvarez-Cascos, así que el descarte del ex ministro produjo una gran sorpresa seguida de una reacción de enojo.
Otro factor a tener en cuenta para analizar los datos es que las encuestas se realizaron en medio de un intenso ‘tour’ de comparecencias en los medios de comunicación por parte del ex ministro, que aceptó todo tipo de invitaciones, aunque entrevistadores y tertulianos madrileños le recibiesen con las garras afiladas. A ello hay que añadir que la izquierda asturiana todavía no entró en campaña, manteniéndose especialmente silenciosa durante los largos meses de crisis interna del PP, dispuesta a sacar rédito del conocido adagio: si el enemigo se equivoca no lo distraigas. Por último cabe añadir que los dos grandes partidos todavía no movieron sus potentes maquinarias electorales, que tanta influencia tienen a la hora de conformar la voluntad del electorado.
Marca y fugas
Los condicionantes expuestos presionan a la baja sobre los hipotéticos resultados de una candidatura liderada por Álvarez-Cascos, pero también hay que poner en el otro platillo de la balanza que la encuesta se realizó cuando aún no se había creado la marca, Foro Asturias, y que el ex ministro se había limitado a tres encuentros con militantes de villas o pueblos, sin decir explícitamente que venía a dar la batalla por alcanzar la Presidencia del Principado. Expuestos los condicionantes vamos con los resultados de la encuesta.
El amplio triunfo de la candidatura de Álvarez-Cascos se asienta fundamentalmente en dos razones. En primer lugar, se produce un fenómeno desconocido en nuestra región: la mudanza del grueso del electorado de centro-derecha, desde el PP a la opción liderada por el ex ministro. El cálculo interesado de diputados o alcaldes sobre el partido en que deben ubicarse no encuentra correspondencia en el pueblo llano, que cambia de siglas siguiendo al líder rechazado por el aparato del PP. Es una migración de voto sin precedentes que tiene su principal causa en una década de decepciones y fracasos electorales bajo la dirección de Ovidio Sánchez. Sólo desde la debilidad de la organización asturiana del PP se puede entender que el resignado votante del centro-derecha cambie de apuesta al presentarse una opción dispuesta a batallar el Gobierno.
En el trasvase del voto juega un papel decisivo la cuestión del liderazgo. Si algo le ha faltado al PP regional es un dirigente creíble, respetado y con respaldo entre las bases. En los últimos años, por la vía de los hechos, el poder decisorio del PP pasó de la sede de la dirección regional al Ayuntamiento de Oviedo. Con De Lorenzo conoció el centro-derecha una forma de mando errática y desmoralizadora, al dejar de acudir a los plenos del Ayuntamiento que gobierna o al renunciar a recoger el acta de diputado, tras encabezar la lista del PP al Congreso de los Diputados. Un proceder atrabiliario y caprichoso, que tuvo su último episodio en el papel jugado por De Lorenzo en la selección de la candidata autonómica. Ante este estado de cosas, la figura de Álvarez-Cascos viene a solucionar las carencias que percibe el electorado de centro-derecha.
Abstencionistas
La segunda causa en la que se basa la holgada ventaja del partido de Cascos reside en el comportamiento de los ciudadanos que en las anteriores elecciones autonómicas optaron por no acudir a las urnas o depositaron el voto en blanco. El 21,7% de los sufragios a la candidatura de Cascos procede de ese grupo. Parte del comportamiento abstencionista hunde sus raíces en la ignorancia o en un déficit de integración social que es muy difícil de corregir, pero la gran mayoría de los que no se acercan a las urnas lo hace por escepticismo: votar no sirve para nada. La movilización del electorado dormido está normalmente asociada a un fenómeno de respuesta ante una coyuntura extraordinaria o a las ilusiones que despierta un líder.
Ese tipo de voto puede venir de las más variadas procedencias ideológicas, porque se trata de ciudadanos que no acostumbran a tener un comportamiento convencional ante las urnas. La actitud abstencionista estuvo propiciada durante años por el lánguido comportamiento de la Junta General del Principado, sin apenas elaboración de leyes, sin debates en profundidad sobre los grandes temas de la región (en estos últimos meses, ni la crisis de la minería fue capaz de abrirse un hueco en la agenda parlamentaria), y con una oposición que solo fiscalizó el sueldo de Marroquín. Una clase política con vocación funcionarial.
A gran distancia del voto proveniente del PP o de la franja abstencionista, hay una bolsa de sufragios que procede de ciudadanos que hace cuatro años votaron al PSOE. Estar en el poder en tiempo de crisis desgasta mucho, y cuando se sufre una gestión con tantos bandazos como la de Zapatero, más aún. Sólo IU, con su nicho ideológico, queda al abrigo del vendaval Cascos, el fenómeno meteorológico más destacado del mes de enero.

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