Javier Fernández relaciona el futuro del sector de la construcción con la rehabilitación de las viviendas y la búsqueda de la eficiencia energética en los edificios. El candidato socialista considera que no se puede relegar al sector si se quiere recuperar el crecimiento económico y el empleo, auque vaticina que la actividad constructora no volverá a recuperar la dimensión que tenía antes de la crisis económica.
Hace unos meses, cuando todavía existía Ministerio de la Vivienda, la tesis oficial del departamento era la que acaba de exponer Javier Fernández. En apoyo de esa propuesta está la experiencia vivida en algún país europeo más próspero que España. Si el tamaño de la población deja de crecer al ritmo que lo hizo en la última década en nuestro país, la demanda de viviendas caerá. El empobrecimiento colectivo, el encarecimiento del crédito y la finalización de los estímulos fiscales para la adquisición de pisos constituyen poderosos elementos para reducir la actividad. Este año se construirán en España menos viviendas que en 1960, cuando no llegábamos a los 2.000 $ de renta per capita. A todo ello añadamos una reflexión sociológica: la compra de pisos ha dejado de ser una prioridad de la clase media española. El ahorro se dirige hacia los activos financieros que se nutren de recursos del presente, porque no resulta esperanzador otear el lejano horizonte marcado por la amortización de un crédito hipotecario.
Ahora bien, la rehabilitación y la eficiencia energética no son la panacea para el sector de la construcción. La propensión a ahorrar también ralentizará la reforma de las viviendas y la eficiencia energética es un concepto casi desconocido para el ciudadano medio. La demanda de reformas en edificios para protegerse de los cambios térmicos sólo será posible con fuertes subvenciones oficiales. No obstante, si se trata de reorientar la actividad constructora, constatemos que hoy día la política de los gobiernos autonómicos consiste en aumentar la dosis de la medicina tradicional: recursos para la construcción de vivienda nueva. Bien es cierto que esa actividad llega ahora envuelta con el celofán de la política social. Con los impuestos de todos los ciudadanos se sortean pisos para jóvenes veinteañeros que celebran jubilosos la suerte del bombo. Seamos cautos: la lotería no es un recurso sostenible.