La renuncia de Zapatero a repetir como candidato fue respaldada por los miembros del comité federal del PSOE que intervinieron en la tribuna de oradores. En todas las organizaciones sociales articuladas por un fuerte sentido de la jerarquía, dar la razón al jefe es pauta obligada de comportamiento. Si Zapatero hubiese dicho lo contrario habría cosechado los mismos apoyos. El jefe tiene siempre razón, diga lo que diga. De una forma más sutil, puede deducirse de las distintas intervenciones que los dirigentes socialistas asistieron con alivio a la renuncia del presidente a acceder a un tercer mandato. Ese sentimiento generalizado puede tener una base racional: ningún líder del partido está tan quemado como Zapatero. Cualquiera de los posibles candidatos generaría más expectativas que el presidente ante las elecciones generales de 2012.
Sin embargo, la satisfacción por el desistimiento de Zapatero no proviene de la mejora ante los comicios generales, sino por las expectativas del corto plazo: las elecciones autonómicas y municipales. Si dejamos a un lado las declaraciones de algunos socialistas críticos, ubicados en la periferia del partido, la única corriente detectada a favor de la renuncia del presidente fue la de los barones autonómicos. El caso más claro es el de José María Barreda, presidente de Castilla-La Mancha, pero también se pudo palpar en las palabras de Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura. No es fruto de animadversiones personales o de continuas fricciones políticas, sino el resultado de analizar la coyuntura. La crisis económica empezó a sentirse con fuerza en España en el otoño de 2008, tras la caída de Lehman Brothers. Desde entonces no hubo ninguna convocatoria electoral, así que el ansia por castigar la política de Zapatero pesará más que la gestión autonómica o municipal de los socialistas en los próximos comicios regionales y locales. Si Zapatero anticipa su renuncia, el castigo se mitigará. De ahí el alivio de los dirigentes.
Ajedrez
Las premisas del análisis son acertadas, pero la conclusión es optimista. La única forma de detener la pérdida de votos hubiese sido anticipar la convocatoria de elecciones generales, ubicándolas antes que las autonómicas, y así la ciudadanía habría ajustado cuentas con los socialistas por la creación de más de dos millones de parados, haciéndoles perder muchos escaños en el Congreso de los Diputados. Posteriormente, al celebrarse los comicios locales y autonómicos, la gente valoraría la gestión de los gobiernos regionales y de los consistorios, lo que beneficiaría a los socialistas manchegos, cántabros o asturianos. Es lógico que Zapatero no haya procedido de esa manera, porque para salvar un puñado de autonomías hubiese tenido que entregar las llaves del Estado al PP. Ningún ajedrecista sacrifica las piezas pesadas para salvar los peones.
Mi pronóstico es que la renuncia de Zapatero no va a tener ninguna incidencia en las elecciones del 22 de mayo. La desafección social por el elevado desempleo va a llevar a los socialistas, en toda España, a competir en las urnas en las condiciones más desfavorables de toda la etapa autonómica.
Ahora bien, que el abandono de Zapatero no influya en las votaciones autonómicas y municipales no quiere decir que no abra una nueva dinámica política. Claro que la abre. A partir de la histórica reunión del comité federal del PSOE del 2de abril, las cosas van a ser distintas. El PP tenía hasta ahora una estrategia de doble estrato: en la superficie pedía la anticipación de las elecciones generales, como forma de deslegitimar la acción del Gobierno, y bajo esa capa mantenía silenciosamente la previsión de acabar la legislatura. Llegar al poder dentro de un año podría ser la forma de hacer coincidir el nuevo Gobierno con la mejoría de la coyuntura económica. Algo así le sucedió a Aznar: cuando tomó posesión del Gobierno, el cuadro macroeconómico del Estado estaba descompensado pero ese mismo año el PIB creció por encima del 2%. Ahora que Miguel Boyer se atreve a pronosticar que invertir la tendencia económica no le va a llevar más de un año a Rajoy, para qué adelantar los comicios. El trabajo sucio que lo haga el actual Gobierno.
Nueva estrategia
Con la renuncia de Zapatero la estrategia de Rajoy va a variar. Dar un año de respiro a Rubalcaba o Chacón es un riesgo. El electorado hace cosas muy extrañas, como ocurrió en las elecciones generales de 1996, que si no llega a ser por el voto de los madrileños hubiera ganado González los comicios -por quinta vez- por 300.000 votos de diferencia. Pese al Gal, Roldán y tal.
El abandono de Zapatero va a posibilitar a Rajoy dar un trato de producto residual al Gobierno. A partir de ahora, la petición de convocar elecciones generales va a ir en serio. Cualquier traspié socialista en el Parlamento, los mercados, las primarias, o la calle, se saldará con la petición de elecciones.
No sé si Emilio Botín avizoró estos peligros cuando pidió a Zapatero que primara la estabilidad política y aplazara la cuestión sucesoria hasta la víspera de las elecciones generales a celebrar en marzo de 2012. El banquero habló respaldado por las principales empresas españolas. Zapatero desdeñó el consejo, tras departir varias horas con el 40% del PIB español. No estaba entre compañeros.