Mariano Rajoy asevera que la “interinidad de Zapatero lastra la recuperación”. El presidente del Gobierno se encuentra en el último año de su mandato, pero no está en el cargo de forma interina. En caso de considerarlo así habrá que concluir que todos los ministros son interinos, como los presidentes y consejeros autonómicos, y hasta al mismísimo líder de la oposición puede considerársele un interino porque ocupa el puesto con plazo de caducidad. No creo que todos los citados se encuentren incapacitados para tomar decisiones firmes ni su estatus incida negativamente en la gestión de la crisis económica. Hace ocho años, a Aznar también le quedaba un año de mandato y ello no fue óbice para que tomara decisiones trascendentes, como el apoyo a la invasión de Irak. Sobre Aznar se afirmaron muchas cosas en aquella época pero nadie lo llamó interino ni se dijo que careciera de legitimidad para llevar a cabo las medidas que consideró oportunas.
Lo que lastra la recuperación es la ausencia de un mínimo acuerdo sobre lo que hay que hacer frente a la crisis. Aunque resulte muy fuerte decirlo, en España la irresponsabilidad parlamentaria es muy grande. La quiebra se produjo en el último mandato de Felipe González, cuando los dos principales partidos se enfrentaron sobre el GAL. Desde entonces no hay ninguna lealtad entre ellos. Basta ver las declaraciones tremendistas que se realizan sobre la economía española aún a sabiendas que siembran dudas en los mercados.
Al lado del cuadro general hay que contemplar la específica situación creada por la renuncia de Zapatero. A los problemas conocidos se ha sumado el de la sucesión. Aunque el presidente presume de medir muy bien los tiempos, en esta ocasión se ha equivocado. Por muchas presiones que ejercieran los barones autonómicos, los intereses generales aconsejaban posponer la decisión hasta el otoño cuando se hubieran negociado los Presupuestos del Estado. El castigo a recibir en las urnas autonómicas y municipales será independiente de que el candidato sea Zapatero, Rubalcaba o Chacón. Ni la gestión de la crisis ni la suerte electoral del PSOE mejoran con la renuncia del presidente. Zapatero enunció un tercer argumento: la vida familiar. No podemos valorar esa cuestión, pero el compromiso de Estado de un presidente de Gobierno está por encima de su vida privada.