Las concentraciones convocadas por el movimiento 15-M se han convertido, sorprendentemente, en el principal acontecimiento político español a cuatro días de abrirse las urnas. Las acampadas en las principales plazas de las ciudades tienen un protagonismo indudable porque alteran la rutina diaria. Ahora bien, carecen de suficiente entidad para hacer girar la política española sobre una protesta que tiene como principal lema el legendario grito de “no pasarán”, pronunciado por Dolores Ibarruri en la defensa del Madrid republicano. En las concentraciones se unen elementos diversos: lucha contra el sistema, rechazo al bipartidismo, denuncia de políticos y banqueros. Todo demasiado difuso y confuso, como para compararlo con las movilizaciones en los países árabes que tienen por objeto el advenimiento de las libertades y la democracia. Sin embargo, Felipe González relacionó ambos fenómenos y Carmen Chacón declaró que escuchaba a los manifestantes porque pedían cosas sensatas.
Con cinco millones de parados la paz social es un milagro en España. En otros países europeos (Francia) más avanzados que el nuestro y con menos de la mitad de desempleo hubo ya varias huelgas generales. Sobran los motivos para la protesta y la gente no entiende el desenfado de los políticos y la energía que ponen en sus batallitas particulares al margen de los problemas reales de la sociedad. A la gente le escandaliza que los bancos aumenten espectacularmente las remuneraciones de consejeros y ejecutivos, mientras se congela el sueldo de los empleados. Por todo ello es normal que miles de personas bienintencionadas pasen la noche al raso en señal de protesta.
Hay razones para movilizarse, pero como las había hace quince días o seis meses. Sin embargo, han prendido ahora, en la última semana de la campaña electoral, cuando las encuestas dibujan en España el panorama más negativo para la izquierda de toda la etapa autonómica. Cayo Lara, el máximo líder de IU, saluda con entusiasmo la movilización, y dirigentes socialistas resaltan la importancia de las concentraciones. Tras oírlos, parece que están a punto de coger un saco e ir a dormir sobre las baldosas. Hay una mezcla de rabia genuina y de indignación impostada que resulta muy difícil de separar. Ya verán cómo tras la votación del domingo todos pasan la noche en casa.