Semana decisiva para la formación del nuevo Gobierno regional. La negociación entre los dos partidos ha servido para constatar que no hay diferencias programáticas. Puede ser que entre los principales dirigentes no haya la mejor relación personal, pero los objetivos políticos son similares.
La pelota está en el tejado del PP que deberá decidir dónde se quiere ubicar en esta legislatura. Puede formar parte de la nueva mayoría parlamentaria, que es el sitio natural de este partido. Entiendo por natural el lugar donde lo sitúan los electores. La noche del 22-M, todo el mundo coincidió en que los asturianos habían dado al centro-derecha la oportunidad de gobernar. Así lo manifestaron políticos de izquierda, de derecha y de centro. Hasta los propios dirigentes del PP declararon que el electorado había pasado página, mandando a la izquierda a la oposición. Una vez que asuma su condición de mayoría de investidura (lo que en Alemania llaman, “la mayoría del canciller”), vendrá la discusión sobre la forma concreta de incardinarse dentro de esa mayoría. Esta segunda cuestión tiene interés, pero resulta menos importante, porque puede optar por estar fuera del Gobierno hasta la celebración de las elecciones generales, y posteriormente replantearse su situación. La cuestión clave es si apoya el cambio y responde a los deseos de su electorado o sucumbe a las enrevesadas tácticas del aparato, entendiendo por tal a Gabino de Lorenzo y su equipo.
La otra opción es formar parte de la oposición. Para ello puede echar mano de cualquier subterfugio para justificar que no es posible pactar con Foro Asturias. El papel lo aguanta todo y el núcleo dirigente del PP asturiano ya ha dado muestras de su capacidad para tomar decisiones contrarias a la lógica y al interés de su propio partido. Si el PP tiene sólo diez diputados es porque De Lorenzo prefirió poner a una concejala suya al frente de la candidatura regional, marginando al ex ministro. Con el PP en la oposición se formaría un frente “anti-Foro”, formado por los partidos de la izquierda más el grupo tradicional de la derecha. En ese escenario, con 29 diputados contra 16, la legislatura se encontraría en un callejón sin salida. También podría gobernar la izquierda, con la abstención del PP. Estas dos alternativas dejarían al PP reducido a la marginalidad en las elecciones generales.