Álvarez-Cascos expondrá hoy su programa de Gobierno en la Junta General del Principado para recabar el apoyo de la Cámara. Es el único candidato que se presenta, así que saldrá elegido con toda seguridad. No será en primera votación, para la que se necesita mayoría absoluta, porque el PP ha anunciado que va a abstenerse alineándose con los grupos de izquierda. El viernes, por mayoría simple, será elegido presidente.

El PSOE se mantuvo fiel a la postura expresada por su secretario general en la noche electoral, cuando dijo que la derrota en las urnas conllevaba pasar a la oposición. La estrategia de la dirección socialista se resume en una idea: cuanto antes nos ubiquemos en la oposición, antes volveremos al Gobierno. Liderar un Ejecutivo que está en minoría en la Cámara es para los socialistas apuntarse a un poder interino, una situación que nunca vivieron en Asturias. IU trató de convencer a Javier Fernández para que cambiara de planes, pero fue un esfuerzo inútil que sólo evidenció la dependencia que tiene de las iniciativas socialistas. El PP valoró la posibilidad de presentar a Pérez-Espinosa de candidata para disputarle la Presidencia a Cascos, pero al final se conformaron con manifestar que optarían por la abstención.

Cascos llega a la sesión de investidura sin hipotecas, habiendo dado su parecer sobre todos los asuntos de actualidad regional. Sin interesados silencios ni frases para la galería. Durante la campaña electoral fue el único candidato que rehusó verse con representantes de instituciones políticas, empresariales, culturales o sindicales, para poder trabajar sin ataduras. La izquierda pensaba que Cascos llegaría a la sesión de investidura encasillado como un líder de la derecha tradicional, con propuestas y aliados de derechas, pero ni la defensa de la Sanidad pública ni la propuesta que hizo para Cajastur encajan en el cliché del modelo conservador-liberal. Una de las sensaciones más incómodas para un político consiste en ver que su rival no responde al estereotipo previsto. Desde el pasado dos de enero hasta el doce de julio, la izquierda intentó atacar a Cascos colgándole una etiqueta ideológica, para que un amplio sector de la sociedad fuera refractario a sus palabras, pero se encontró siempre con un discurso centrado en los intereses generales de la región. Así empieza el debate.