En la primera reunión del Gobierno regional, el presidente estimuló a los consejeros a trabajar en equipo y a tres turnos. En su discurso, Álvarez-Cascos se refirió a “este país llamado Asturias”, tal como hizo en su primera intervención, el pasado 2 de enero, al regresar a la arena de la política regional. El mismo concepto de Asturias como país ya lo utilizó Cascos en 1997, cuando era vicepresidente primero del Gobierno, al presentar a Bush padre en el teatro Campoamor, antes de que el ex presidente americano pronunciara una conferencia. La nítida identidad asturiana, que nunca entró en conflicto con la española y de la que forma parte, es un hecho asumido con naturalidad por la inmensa mayoría de los ciudadanos. Nuestra historia, nuestras costumbres, la personalidad de nuestras instituciones y usos sociales lo señalan. Que Asturias se sienta un país no va contra nadie, ni supone distanciarse un milímetro del resto de las comunidades autónomas ni de España. Precisamente, la participación de Asturias en el debate político nacional estuvo basada siempre en reforzar la unidad territorial.
Muchas veces se dice que Asturias apela a la solidaridad del resto de España porque recibe de Madrid un flujo importante de dinero que va hacia a las clases pasivas o porque los gobiernos de España invierten en nuestra región una cantidad de recursos por habitante mayor que en otras comunidades autónomas. Todo eso es cierto, ahí están los números. Sin embargo, hace 55 años, cuando Asturias era la tercera provincia más rica de España, también los asturianos pensábamos en términos de solidaridad. El movimiento obrero asturiano no dio nunca una batalla (y dio muchas) en términos de disgregación territorial. Y en ningún momento de nuestra historia la burguesía regional tuvo veleidades soberanistas. Hablar de país no es ni siquiera una formulación política definida, sino que alude a la fuerte personalidad de un territorio, sin caer en esencias identitarias, como las que hay detrás de la palabra “nación”, recogida en el prólogo del Estatuto de Cataluña.
Al proponer que los ministros presidan los actos institucionales en que participen en Asturias, Cascos demuestra que su visión de “país” está en las antípodas de la que tienen los líderes nacionalistas, que sienten alergia ante cualquier “intromisión” del Gobierno de España.