La fiesta-mitin socialista de Rodiezmo ha entrado en una nueva fase. Hasta la llegada de Zapatero al poder, el acto tenía sobre todo una clave asturiana, con José Ángel Fernández Villa haciendo advertencias y críticas al presidente socialista del Principado. El estilo del dirigente minero siempre fue parabólico, con los dardos dialécticos describiendo una trayectoria curva hasta llegar al blanco deseado. Aunque las referencias no eran explícitas siempre había exégetas especializados en interpretarlas. La segunda fase empezó en el año 2004, cuando Zapatero decidió iniciar el curso político en la campa de Rodiezmo dando titulares sobre el incremento de las pensiones. Años de bonanza, noticias positivas y buen rollo. Las pendencias entre el Soma y el Principado habían bajado de intensidad y las cosas domésticas no lograban hacerse un hueco entre las primicias de política nacional. El gran protagonista de Rodiezmo era Zapatero. Esta fase se mantuvo durante los dos primeros años de crisis económica, porque el presidente del Gobierno siguió haciendo política social de la mano de los sindicatos, hasta que el déficit público llegó al 11,2%, Atenas empezó a arder y los mandamases de la Unión Europea le dieron un ultimátum al Gobierno español para que rectificara. El cambio de política se produjo en mayo de 2010 y en septiembre Zapatero no asistió a Rodiezmo.
Rodiezmo entró ayer en una nueva fase caracterizada por la menor afluencia de líderes socialistas, menguada presencia de público y recuperado protagonismo de Villa: ochenta minutos de oratoria. El líder minero habló de la desmovilización de la izquierda, de la dictadura de los mercados, de los 900 millones de fondos mineros que hay guardados en el cajón, de la política económica del Gobierno contraria a los trabajadores, del peligro de una ruptura histórica en la familia socialista, del apoyo electoral a los candidatos socialistas. Habló de todo, menos del Gobierno del Principado.
El mitin contó, como siempre, con el humor de Guerra, y en él intervino Javier Fernández. El secretario general de la FSA es alérgico al populismo y defendió la decisión de introducir un tope al déficit público en la Constitución. El problema de este asunto es que lo que no se supo presentar, defender y negociar en el Parlamento es imposible que se pueda consensuar en Rodiezmo.