En el acto organizado por Fórum Europa en Madrid, Álvarez-Cascos señaló que su partido pretende tener representación en el Congreso de los Diputados para luchar por dos objetivos: compensar el peso de los grupos nacionalistas en la gobernación de España y para luchar por los intereses de Asturias.

Desde las elecciones de 1993, los nacionalistas empezaron a tener un papel preponderante en la política española. La debilidad política de Felipe González en su último mandato fue aprovechada por Jordi Pujol para pedir el 15% del IRPF y para dejar el negocio del gas en manos catalanas. El progreso de los nacionalistas fue incesante, con la excepción del periodo comprendido entre los años 2000 y 2004, en el que quedaron frenados. La marginación sufrida durante ese periodo les sirvió para alimentar nuevas ambiciones que desarrollaron en cuanto Zapatero llegó a la Moncloa. La historia reciente es bien conocida y no merece la pena recordarla.

Todo el mundo sabe que Bildu estará en el Congreso de los Diputados. Y con más de un escaño. El PNV aumentará su poder, lo mismo que CiU. El avance nacionalista es imparable, porque el cortafuego era el PSOE y este partido va a ser el gran derrotado en la cita electoral, según preconizan todas las encuestas. En el País Vasco y Cataluña, el PP no está en condiciones de sustituir al PSOE. Los 25 escaños que tenían los socialistas en Cataluña no van a pasar directamente al PP. Igualmente, el descenso de los correligionarios de Patxi López en el País Vasco va a beneficiar más al PNV que al partido de Mariano Rajoy.

Los nacionalistas catalanes se han fijado la meta de acceder a un régimen fiscal como el del País Vasco, y los nacionalistas vascos ansían mejorar sus posiciones. Todo indica que la probabilidad de ahondar en la España de las dos velocidades, con la quiebra de los mecanismos de solidaridad territorial, es alta. En ese contexto tiene sentido la llegada de Foro Asturias al Congreso de los Diputados. El partido que gobierna en Asturias tendrá una plataforma privilegiada para exigir al Gobierno central los compromisos acordados (1.642 millones de euros) y para denunciar las demandas nacionalistas que fructifican a la sombra de pactos bilaterales. Desde el inicio de la democracia, Asturias y los nacionalistas vascos y catalanes tuvieron intereses opuestos. Basta mirar las balanzas fiscales.