Al presentar la candidatura de Foro en Madrid, Álvarez-Cascos animó a acabar con el «bipartidismo enfermizo» que está instalado en la política española. El presidente de Foro recordó cómo en cinco meses se terminó con el ‘establishment’ asturiano, caracterizado por un socialismo instalado en el Gobierno mientras el PP ejercía de oposición cómplice.
La secuencia política del 2011 en Asturias ha sido espectacular. En un cortísimo periodo de tiempo, un líder político, sin más apoyo que un grupo de seguidores tan entusiastas como poco versados en política, terminó con treinta años de entente bipartidista. El escaso tiempo transcurrido nos impide tener una perspectiva cabal para reflexionar en profundidad sobre lo acaecido, pero sería interesante dilucidar en qué medida se trata de un proceso genuinamente asturiano, o si es susceptible de repetición en alguna otra región. De estas elecciones generales no saldrá herido el bipartidismo, pero es probable que la cumbre alcanzada en 2008 (323 diputados entre PSOE y PP) no se vuelva a producir.
El hundimiento del PSOE no será enteramente compensado con el acceso del PP. Tras cuatro años de crisis, el trasvase de votos entre los dos grandes partidos no discurrirá según la física de los vasos comunicantes. Rubalcaba y Zapatero están descalificados por la gestión realizada, de la que sobresalen los cinco millones de parados. La crítica a ese fracaso no se identifica enteramente con el discurso de Rajoy. Hay sectores de la población que piden un cambio de política con respecto al sector bancario o que no entienden el gasto desenfrenado de las comunidades, y Rajoy no es una garantía de cambio en esas materias. El voto ampliamente mayoritario a Rajoy provendrá de su imagen de hombre sensato y previsible, en contraste con las sorpresas, fuegos de artificio y bandazos del Gobierno de Zapatero.
Por debajo de la homogeneidad nacional del bipartidismo se esconde la distinta suerte que van a correr las comunidades autónomas. Los datos de fin de año van a demostrar que el ajuste emprendido a mediados de ejercicio terminará en fracaso. Se trata más de un fracaso de modelo que de un fracaso de gestión. Se impondrá una España de dos velocidades, marcada por los que puedan influir en Madrid y los que recibirán las órdenes desde el BOE.