En Langreo, Álvarez-Cascos manifestó que el próximo domingo Asturias se juega en las urnas la confirmación del cambio producido en las elecciones autonómicas. Según el presidente del Principado, el voto a las candidaturas del PSOE y del PP supone liquidar el avance producido.
Es la primera vez que en nuestra región las elecciones generales se convierten en una segunda vuelta o revancha de los comicios autonómicos. Conceptualmente es un desatino, ya que son dos convocatorias cualitativamente distintas. CiU lleva en Cataluña más de treinta años ganando todas las elecciones a la Generalitat y perdiendo todas las generales, sin excepción. El PSC lleva más de tres décadas ganando todas las elecciones generales (en esta ocasión también es el favorito en las encuestas) y perdiendo todas las elecciones autonómicas. Maragall y Montilla fueron presidentes de la Generalitat por la vía de los gobiernos tripartitos, tras quedar detrás de CiU en las urnas. Jamás en Cataluña se interpretaron las derrotas de CiU en las elecciones generales como un cuestionamiento de su representación y poder autonómico. Asturias es un caso distinto, porque la historia de nuestra etapa autonómica está llena de atipicidades, y con una derrota en las generales se puede hacer el cesto de una moción de censura en la Junta General. En la política regional cabe todo menos la lógica y la aceptación del poder del Gobierno.
En Asturias, PSOE y PP aspiran a resucitar el viejo sistema bipartidista que tantos beneficios les dio. Un buen resultado en las elecciones generales les animaría a trasladar el resultado de las urnas a la Junta General del Principado para dejar reducido a un mal sueño todo lo acaecido desde el 22 de mayo. Habrá grupos influyentes que les impulsarán a ello y más de un dirigente considerará factible la operación. No creo que sea posible. En primer lugar, porque PSOE y PP van a tener un resultado muy distinto en las urnas asturianas. El socialismo obtendrá el peor resultado tras 34 años de elecciones generales. Un golpe que se suma al recibido en los comicios de primavera, donde también sacó el peor registro de toda la etapa autonómica. Y hay otro factor de fondo que va más allá del voto del domingo: la sociedad asturiana no está a favor de la operación de restauración. No es fácil encontrar motivos para la añoranza.