Duelo electoral de alto voltaje. Rajoy y Cascos, desde Oviedo y Gijón, pidieron el voto para sus partidos en dos recintos llenos de público. El discurso de Rajoy estuvo centrado en la situación económica, con anuncios de austeridad y promesas de creación de empleo. El máximo dirigente del PP no dibujó un panorama triunfalista, al contrario, advirtió de que no hay varitas mágicas para enderezar la economía. Cascos, por su parte, pidió que el cambio producido en Asturias vaya más allá del Negrón tras las próximas elecciones.
En los discursos de Rajoy y Cascos hubo dos diferencias fundamentales. Rajoy habló del reto de gobernar España y Cascos de las reivindicaciones que deben hacer los diputados asturianos al Gobierno de España. El discurso de Rajoy es nacional; con pequeños matices, se puede pronunciar igual en Zaragoza que en Oviedo. El parlamento del presidente asturiano estuvo centrado en el gran déficit regional: autovía del Cantábrico, alta velocidad Madrid-Gijón, autovía del Suroccidente, apoyo al sector naval, tarifas eléctricas especiales para la gran industria (ArcelorMittal, Alcoa, Asturiana de Zinc), financiación para la Dependencia. Cascos señaló que los programas electorales del PP y del PSOE no dicen nada de las infraestructuras regionales ni de los problemas industriales asturianos. En realidad, líderes y programas apuntan a objetivos distintos.
La otra diferencia es más sutil e interesante. Rajoy, como el resto de oradores del PP, jamás nombran directamente a Foro y a Cascos, limitándose a hacer alusiones indirectas (“partidos creados hace media hora”, “alternativas localistas”, “alternativas basadas en prejuicios”). Tampoco lo hicieron en la campaña de las autonómicas. Hace seis meses estaba justificado el ninguneo, porque eran un grupo recién creado, pero ahora son un partido de Gobierno y Cascos es presidente autonómico. Por su parte, Cascos cita al PP y a Rajoy sin andarse con rodeos. La existencia de Foro es un problema para el PP, mientras que la existencia del PP significa para Foro lo mismo que el PSOE. Hay un juego de culpabilidades que sigue operando desde hace casi un año. Las motivaciones subjetivas se trasladan al discurso: una cosa es el parlamento de un gran partido del establecimiento y otro la rebeldía de un grupo que “en media hora” logró 13.000 afiliados.