La incorporación de Enrique Álvarez Sostres al Congreso de los Diputados implica la elección de un nuevo portavoz parlamentario de Foro en la Junta General del Principado. La figura del portavoz es clave en la estrategia de las formaciones políticas. Cuando un partido está en el poder, como es el caso de Foro, lo habitual es que la actividad institucional descanse en el presidente del Gobierno, el portavoz del Ejecutivo y el portavoz parlamentario. En todos los grupos es complicado relevar al diputado-portavoz. El PSOE perdería peso en el Parlamento si Fernando Lastra se dedicara a otra tarea. El PP ya rebajó su papel en la Junta desde que Joaquín Aréstegui tiene menos protagonismo. En el caso de un partido de nuevo cuño, como Foro, con diputados recién llegados al escaño tras años de dedicación a actividades privadas, la elección de un nuevo portavoz es complicada.
Entre los dieciséis diputados de Foro, Cristina Coto y Pelayo Roces destacan por su experiencia parlamentaria y podrían reunir las condiciones para ser portavoces del grupo. Ambos están en la Mesa de la Junta, lo que supone una complicación. La composición de la Mesa fue producto de un controvertido pacto entre PSOE y PP para restar poder a Foro, y la extraña entente trajo como daño colateral dejar a IU fuera de la Mesa, por primera vez. El grupo excluido por la alianza, PSOE-PP, ya anunció que aspira a sustituir a Cristina Coto o a Pelayo Roces si dejan la Mesa del Parlamento para ser portavoces. Si la política asturiana discurriera por cauces normales, todos los grupos respetarían la distribución de fuerzas acordada al inicio de la legislatura, pero no se da un mínimo nivel de diálogo que asegure ese comportamiento. Ante la situación creada, Foro ya sabe que debe optar por nombramientos que no impliquen perder cuota de poder parlamentario.
El acuerdo logrado entre Foro y PSOE para sustituir a Guerenebarrena en la dirección de la RTPA debería extenderse a instituciones y empresas públicas. No me refiero al tándem, Foro-PSOE, sino a la capacidad para llegar a compromisos entre dos fuerzas que tienen intereses opuestos. La política asturiana tiene que normalizarse y a falta de alianzas explícitas y estables, debería haber una entente entre todos los grupos que evite el bloqueo y la degradación institucional. Un tímido primer paso ya está dado.