Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) han dado luz verde al ajuste fiscal que preconizaba Ángela Merkel. Hasta la reunión del Consejo Europeo, la doctrina alemana era compartida por Francia y a partir de la cumbre europea cuenta con el visto bueno de los gobiernos de la UE, con la excepción de Inglaterra. El consenso sobre el equilibrio presupuestario ha sido muy bien recibido por la Bolsa, la Casa Blanca y el Banco Central Europeo (BCE). La alegría colectiva no se debe a la letra del acuerdo, sino al hecho mismo de mantener la unidad entre los socios, cuando había fundados temores al fracaso, lo que hubiera colocado al euro al borde del abismo y con él a toda la UE.
Los alemanes no quieren más trucos y obligan a sus socios a reformar las constituciones para incorporar el mandato del equilibrio fiscal. En caso de superar el 3% del déficit público habrá sanciones automáticas. El asunto tiene su gracia, porque si un país con déficit tiene que pagar 10.000 o 20.000 millones de euros de multa, el desfase presupuestario será mucho mayor, así que la medicina se vuelve veneno. Otras medidas que querían la inmensa mayoría de los países, menos Alemania, como la ampliación del fondo de rescate, muy menguado tras participar en los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal, no ha sido aprobada. El papel del Banco Central Europeo tampoco se amplia: ni como avalista de las emisiones de bonos ni como comprador de los mismos. El concepto de eurobonos ni siquiera se planteó.
Alegría, más Himno a la Alegría, que seguimos todos juntos; un hecho notable, porque una resolución centrada en la defensa del euro, versión alemana, ha contado con la aprobación de nueve países que no pertenecen a la eurozona. Gran triunfo alemán; los países que sufrían los ataques sobre su deuda soberana tendrán que confiar en que la cura de caballo presupuestaria ahuyentará a los amigos de la ganancia fácil, ya que del BCE no se apiadará de los enfermos.
En el último año, sin cambiar la letra de los tratados, la UE ha dado un cambio espectacular. Antes, hasta Luxemburgo, con pocos habitantes más que Gijón, podía vetar un acuerdo continental; ahora, la cancillera alemana dicta la letra de las constituciones de sus socios y da órdenes al BCE. Antes, la Comisión Europea era todopoderosa, y ahora será un órgano técnico de inspectores fiscales al servicio de Merkel.