Los socialistas están entregados al proceso interno de elección del secretario general. La personalidad del nuevo líder nacional tendrá influencia en el posterior congreso regional y en los ulteriores congresos municipales. En cuatro o cinco meses se escogerán los militantes que van a mandar en el partido a todos los niveles.
La última vez que el PSOE vivió un proceso semejante fue en el año 2000, cuando emergió Zapatero como secretario general del partido, derrotando a Bono, Rosa Díez y Matilde Fernández en las urnas; cuatro meses más tarde, saldría elegido Javier Fernández como jefe del socialismo asturiano, tras derrotar a Álvaro Álvarez que contaba con el apoyo del presidente del Principado, Álvarez Areces; en Gijón fue la hora de José Manuel Sariego. Un ciclo largo de cadena de mando (Zapatero-Javier Fernández-José Manuel Sariego) llega a su fin, porque Zapatero y Sariego no van a presentarse a la reelección.
El dúo
A escala nacional, en el PSOE hay ambiente de primarias, con Rubalcaba y Chacón visitando las distintas regiones, dando mítines e intercambiando pullas. Entre los dos se reproduce la dialéctica de gobierno y oposición, con Rubalcaba, como la voz del poder, y Chacón enarbolando la bandera de la alternativa. Rubalcaba representa la solidez, la experiencia y está apoyado por el Sanedrín del partido (Chaves, Patxi López, Felipe González, Guerra, Bono). Rubalcaba puede ofrecer cualquier cosa menos renovación. Para disimular que es el candidato continuista, por excelencia, se hace acompañar de jóvenes y desconocidos militantes que son sus portavoces, mientras la vieja guardia mueve los hilos en la sombra ganando voluntades: el doble de avales que su rival.
Chacón representa la juventud y la ruptura con la tradición del partido; se hace acompañar de dirigentes más atractivos (López Aguilar, Caamaño, Narbona) que el entorno de Rubalcaba, pero hay un pequeño detalle que le impide encarnar la genuina renovación: la estrecha relación con Zapatero. Rubalcaba y Chacón fueron los ministros preferidos de Zapatero, una vez que De la Vega retornó a la vida civil. En la carrera hacia la Secretaría General, Chacón parte con un lastre: la desconfianza que despierta el socialismo catalán, el grupo político más antipático de la izquierda española desde que los hermanos Maragall cambiaran la ideología socialista por la nacionalista. Aún con todo, en un debate en clave interna esta cuestión tiene una importancia relativa.
El triunfo de Rubalcaba reforzaría a Javier Fernández que le dio su apoyo explícito. No hace falta decir que Antonio Trevín también saldría favorecido con la victoria del ex vicepresidente primero del Gobierno, porque el ex alcalde de Llanes es el hombre de Rubalcaba en Asturias.
Coste cero
Lo que urge preguntarse es qué representaría políticamente la victoria de Rubalcaba más allá de los beneficios o perjuicios personales que provoque. No hay duda: la victoria del ex ministro significa que las derrotas electorales, aunque sean estrepitosas, tienen coste cero en el PSOE. Hasta el presente, los usos del partido eran otros. Tras la derrota de 1996, Felipe González dijo “que no sería candidato a la Secretaría General”; y en el año 2000, Almunia dimitió la misma noche electoral.
¿Cuál es el modelo en que se inspira Rubalcaba? Por extraño que parezca, no es otro que Mariano Rajoy. Tras las derrotas de los años 2004 y 2008, el actual presidente del Gobierno se dio otra oportunidad y ahora está en La Moncloa. Cuando falló en su segundo intento de convertirse en presidente, Esperanza Aguirre se ofreció como nueva líder del partido, y Rajoy buscó rápidamente el respaldo de los dirigentes regionales. El mismo proceder de Rubalcaba.
En caso de ganar Rubalcaba, la nueva doctrina supondrá que la derrota en las elecciones autonómicas tampoco tendrá consecuencias en Asturias, Javier Fernández será reelegido secretario general y el aparato del partido quedará confirmado en el congreso de la FSA.
Asturias
No obstante, hay una sutil diferencia entre Rubalcaba y Javier Fernández. El ex ministro trata de llegar a la Secretaría General después de haber sido candidato electoral y valorado ministro del Interior. Javier Fernández lleva once años ganando congresos y perdió en las primeras elecciones autonómicas a las que se presentó. Con otras palabras, Rubalcaba es sobre todo un político para la sociedad y Javier Fernández encuentra el mayor reconocimiento entre los militantes. Quiero decir que la victoria de Rubalcaba lleva implícita su investidura como candidato a la Presidencia del Gobierno dentro de cuatro años, mientras que el liderazgo interno de Javier Fernández deja entre interrogantes el rostro del próximo candidato socialista al Principado.
La renovación de Javier Fernández, como secretario general, supondría la vuelta a la bicefalia, con un líder de partido y otro de cartel electoral (¿Trevín, Lastra?). Ahora bien, esa combinación de continuidad y aparente renovación (nuevo candidato electoral) con aval de Ferraz no es compatible con la perpetuación del monolitismo en el socialismo asturiano, con congresos ganados por mayorías del 90%.
Digerir la derrota electoral sin cambios supone dar paso al histórico juego de mayorías y minorías en el partido. ¿Y quién sería la minoría? Los que están con Chacón: Ana Concejo, el jefe de Ana Concejo, un miembro de las Cortes Generales que conoce el cien por cien de los asturianos, los que se quedan sin chamizo y multitud de amigos.