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Juan Neira

LARGO DE CAFE

SEGUNDO RETO

El rechazo de PSOE y PP al proyecto de presupuestos ha sido la causa de la convocatoria anticipada de elecciones, ante la imposibilidad de contar con los recursos esperados para desarrollar la acción del Ejecutivo.
La idea de que la prórroga presupuestaria es un pequeño inconveniente para gobernar es falsa. Cuando Felipe González vio sus presupuestos rechazados, disolvió las Cortes Generales. En sus dos mandatos, Aznar nunca tuvo que gobernar con prórroga presupuestaria; ni Zapatero en sus ocho años en el poder. Hay veces, que la prórroga de las cuentas no impide gestionar al Ejecutivo, siempre que encuentre algún tipo de receptividad entre los grupos de oposición. Aún así, se trata de un escenario provisional que se acepta cuando la legislatura está avanzada y al otro año toca convocar elecciones. Que yo recuerde, sólo Iñaki Azkuna (PNV), en el Ayuntamiento de Bilbao, fue capaz de estar un mandato entero con presupuestos prorrogados. Una comunidad autónoma no es un ayuntamiento, y en aquel caso se mezclaban otros componentes, como la participación institucional de grupos violentos, etcétera.
Mayoría opositora
En el caso que nos ocupa, el rechazo presupuestario no fue un revolcón accidental del Gobierno sino el eslabón final de una cadena de choques contra la mayoría parlamentaria de la oposición. Sólo la formulación de ese enunciado, “mayoría parlamentaria de la oposición”, remite a una situación institucional anómala, porque ningún gobierno puede mantenerse en pie cuando tiene más diputados en contra que a favor.
La convocatoria electoral no entraba en los cálculos de la clase política asturiana cuando votó “no” a los presupuestos. Además de ideología, estrategia y táctica, la política también está condicionada por la tipología humana. De nuestros líderes políticos, el único capaz de disolver la Cámara al percatarse de que choca con una inesperada mayoría adversa es el presidente de Foro.
No es la primera vez que toma una decisión de ese tipo. El uno de enero de 2011, al ver que Rajoy había escogido a Pérez-Espinosa para encabezar la candidatura asturiana del PP, Cascos se acercó a la sede de Génova y dejó el carné del partido, tras 34 años de militancia. Cualquier otro dirigente nacional del PP se hubiera plegado a la decisión de Rajoy. En aquella ocasión, Cascos se lanzó al ruedo de la política asturiana apoyado por un grupo de fieles. Tanto entonces como ahora, el resultado de la decisión es una incógnita. Cascos trabaja sin red de seguridad.
Coyunturas críticas
En tres décadas de política autonómica, los gobiernos regionales pasaron por tres coyunturas críticas, con tres presidentes diferentes. En 1998, Sergio Marqués se vio abandonado por su partido y su grupo parlamentario y llegó a las elecciones de 1999 ubicado en el grupo mixto. En el año 2000, Álvarez Areces vio cómo todos los grupos parlamentarios, empezando por el suyo propio, hacían causa común con una Ley de Cajas redactada y votada contra los intereses del Principado; tras algún debate interno y alguna vacilación, siguió gobernando. En el 2012, Cascos comprueba que PSOE y PP rechazan sus presupuestos, después de haberle quitado el control de las empresas del sector público. Y convoca elecciones.
Seguro que el presidente del Principado hizo un cálculo sobre el futuro escenario electoral, pero no estoy seguro que haya pesado más ese análisis en la decisión que la necesidad de demostrar que no está atado al cargo. Lo dicho, las decisiones políticas también son de carne y hueso.
Para cualquier gobernante, convocar elecciones anticipadas tiene un riesgo. Apelar a las urnas supone despojarse de todo el poder recibido y medirse de igual a igual con el resto de candidatos. Los políticos firman contratos de trabajo por cuatro años, pero disolver el Parlamento a los siete meses supone aceptar que el ejercicio de la Presidencia no tiene un plazo de garantía.
Historia
La historia de nuestra etapa autonómica es singular. En casi todas las regiones surgió pronto un líder que acumuló mandatos, concentrando todo el poder: gobierno, partido, caja de ahorros, televisión autonómica, etcétera. En casi todas las comunidades autónomas el papel del Parlamento fue inferior al protagonismo del presidente del Gobierno. Para justificar este rasgo se dice que las comunidades autónomas no tienen suficiente masa crítica para el parlamentarismo robusto.
En Asturias no ocurrió lo mismo. Aquí, todos los presidentes cohabitaron en el poder con los líderes o los hombres fuertes de su partido, no ejercieron un liderazgo inconfundible y estuvieron sometidos a todo tipo de condicionantes. Dicho de una forma coloquial: los presidentes conocieron pronto el ninguneo.
El poder en Asturias no está en los gobiernos ni en los diputados, sino en los aparatos de los partidos que toman decisiones sin luz ni taquígrafos. La convocatoria electoral es el segundo reto de Cascos contra el poder de los aparatos, sin resultado predecible.

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por JUAN NEIRA

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