En todas las campañas electorales se repite la misma murga: “cita decisiva”, “ocasión histórica”, “el futuro depende de la papeleta que introduzcamos en la urna”. La experiencia indica que no es así, porque el desarrollo de una región no está en función del color de su gobierno autónomo, ni las circunstancias que nos han tocado vivir en treinta años de etapa autonómica han sido tan excepcionales como para que la sociedad estuviera en manos de las decisiones del jefe político del territorio.
La suerte electoral de este domingo de primavera no es ni más ni menos trascendente que la de anteriores convocatorias. El argumento de que se perdió mucho tiempo y hay que tomar decisiones de forma urgente es falso, como demostraré luego. Sobra echarle épica a la jornada, aunque tenga algunas características especiales que se pueden resumir en la cerrada competencia y la incertidumbre del resultado.
Competencia
Por primera vez en nueve elecciones a la Junta General del Principado hay tres candidatos que tienen probabilidades reales de ser presidente del Principado: Álvarez-Cascos (Foro), Javier Fernández (PSOE) y Mercedes Fernández (PP). Hablo de probabilidad real, ya que posibilidad teórica tienen todos los cabezas de lista. Esto no quiere decir que el voto a partidos minoritarios sea desechable: al contrario, nunca tuvo tanta importancia como en esta ocasión.
La competencia electoral es tan grande que el presidente del Gobierno de España abandonó por un día su agenda de estadista para pasarse la jornada pateando los 17 ayuntamientos del Oriente, de los que dependen sólo 5 escaños del Parlamento asturiano. Ver a Rajoy por Llanes, Ribadesella o Villaviciosa, estrechando manos, ofreciendo mejillas, aceptando culinos de sidra e improvisando discursos ante las gentes del lugar, fue un espectáculo insólito. Jamás habían hecho algo así Felipe González, José María Aznar o José Luis Rodríguez Zapatero. Los anteriores presidentes se limitaban a dar mítines en Gijón o en Oviedo, pero no habían bajado al detalle de pelear por un puñado de votos en las alas de la región.
Coaliciones
Todas las encuestas electorales coinciden en que el partido ganador quedará muy lejos de la mayoría absoluta. Es la primera vez que sucede algo así. Hasta los comicios del 22 de mayo de 2011, las candidaturas que triunfaron en las urnas no habían bajado de 21 diputados. Esta vez hay encuestas, como la del CIS, que da 14 escaños al ganador. Es probable que el resultado final sea otro, pero los sondeos sirven porque crean expectativas y la generada en esta campaña es la existencia de tres partidos de tamaño, entre mediano y grande, con probabilidad de alzarse con la Presidencia del Gobierno.
Si al partido triunfador le faltan muchos diputados para llegar a la mayoría absoluta, la ventaja de ganar es muy relativa. No importa tanto quien es el partido con más escaños, como la capacidad de encontrar aliados de cara a la sesión de investidura. Se podrá argüir que esta hipótesis ya se dio en el pasado mes de mayo, al tener 16 escaños el grupo que triunfó en las urnas, pero la investidura sólo quedó despejada porque no hubo otro candidato alternativo. Si en esta ocasión las encuestas asignan al ganador 14 escaños, la cuestión decisiva está en la capacidad de alcanzar pactos. El Gobierno será para el que constituya el bloque más amplio de diputados.
Se abren las urnas sin que el interés decisivo de la jornada descanse en las siglas del grupo ganador, sino en el tamaño de los bloques políticos, luchando apretadamente por llegar al umbral de la mayoría absoluta, los 23 escaños. Hablar de bloques políticos supone separar el arco parlamentario en dos partes, según afinidades ideológicas.
El bloque o la alianza de partidos que se haga con el poder en Asturias estará en pie de igualdad con los gobiernos del resto de regiones donde transcurre la legislatura con normalidad. El discurso del tiempo perdido en Asturias es una cháchara que no resiste la prueba de los números.
Tiempo perdido
Para todos los gobiernos regionales, la legislatura, de verdad, empieza a partir del próximo Consejo de Ministros cuando el Gobierno presente los presupuestos generales del Estado de 2012. Las cuentas aprobadas por los parlamentos autónomos en el mes de diciembre quedarán convertidas en papel mojado. Habrá que rehacerlas de nuevo para ajustarlas a las condiciones planteadas por Rajoy.
Tomemos como ejemplo a Castilla-La Mancha, una comunidad autónoma donde un Gobierno fuerte de mayoría absoluta puso en marcha una serie de medidas enérgicas de ajuste desde el primer día y veamos cómo se encuentra ahora. De los 456 millones de euros destinados a inversiones en el 2011 sólo pudo pagar 56 millones. En cuanto a los gastos corrientes, únicamente fueron satisfechos el 20% de los contemplados en las facturas.
Asturias tiene ya pagado el 90% de los gastos reconocidos de 2011, por encima de los porcentajes de pagos realizados en Cataluña, Valencia, Andalucía, Murcia o Baleares. Con los números en la mano no hay tiempo que perder, pero tampoco hay tiempo que recuperar con respecto al pelotón de las comunidades autónomas.