Aplicado el coeficiente corrector del voto de ultramar al resultado de las urnas asturianas, la jornada del 25-M deparó dos conclusiones: nítido triunfo del PSOE e indefinición sobre mayorías de investidura. En ese contexto ha empezado un proceso frenético de contactos entre líderes políticos para tratar sobre la gobernabilidad, con referencias a programas electorales y a algunas cuestiones concretas, como las ayudas a las pymes o la reorganización del mapa municipal.
Versalles
Es muy ilustrativo observar el versallesco y absurdo modelo de negociación entre las fuerzas políticas que se desarrolla en la Junta General del Principado. Javier Fernández y Álvarez-Cascos se entrevistan con los cabezas de lista del resto de fuerzas políticas, y también han tenido una reunión entre ellos. Un escenario grandilocuente y una serie de citas protocolarias para constatar lo obvio: que el PSOE no tiene nada que hacer con Foro y PP, y que Foro nunca tendrá al PSOE e IU de socios de gobierno. En décadas de autonomía nunca se había utilizado ese método para negociar la investidura del presidente.
En primer lugar, no tiene sentido que para negociar vayan al Parlamento -con Fernando Goñi como notario mayor de la autonomía-, ya que el único órgano que existe en este momento es la Diputación Permanente, y la Junta General del Principado está a la espera de que los nuevos diputados se acrediten. Más sensato sería que los contactos entre fuerzas políticas se realizaran en las sedes de los partidos, como se hace en otras comunidades autónomas, ya que no puede haber negociaciones parlamentarias para el nuevo mandato cuando los futuros diputados no se han acreditado en la Cámara. En otras legislaturas, las negociaciones entre PSOE e IU se desarrollaron siempre fuera de la Junta.
Forma
Al no contar ningún partido con mayoría absoluta lo juicioso es que los líderes políticos que aspiren a presidir el gobierno entablen negociaciones con las fuerzas afines. Ampliar el abanico de consultas a los grupos manifiestamente rivales que pretender presentar candidatos alternativos es un gesto superfluo. Areces siempre habló con IU, sin entrevistarse con Ovidio Sánchez. Cuando el 30 de junio de 2007 se rompieron las negociaciones entre PSOE e IU, Javier Fernández, como jefe del partido, le pidió a Areces que formara Gobierno monocolor sin perder el tiempo llamando a la dirección del PP. ¿Por qué se inventó ahora este protocolo que sólo sirve para confundir y perder el tiempo?
En mayo de 2011, al ganar Foro las elecciones, Álvarez-Cascos inició una ronda de contactos con Javier Fernández para terminar con Jesús Iglesias. En aquella ocasión, la entrevista entre Cascos y Fernández estuvo facilitada por las exquisitas formas de María Jesús Álvarez, que les mostró la sala de reuniones con un acogedor, “aquí podréis estar cómodos”. En aquel momento Foro quería jugar la baza de ser un partido transversal, sin escorarse a la derecha ni a la izquierda, en pos de posibles socios. Barajó la idea de un gobierno de concentración, como el que plantea ahora UPyD (otro partido obsesionado con la etiqueta de transversal), sin lograr fruto alguno. En la sesión de investidura, Álvarez-Cascos fue elegido presidente con el exclusivo apoyo de los diputados de Foro. En la política, la ubicación de cada partido depende tanto de la voluntad propia como de la decisión ajena.
Si Javier Fernández y Álvarez-Cascos aspiran a la investidura presidencial, lo lógico es que negocien con las fuerzas políticas afines, IU y PP, respectivamente, así como con UPyD, grupo que se mueve aún en la indefinición entre la derecha y la izquierda. El resto de contactos sobran. El PSOE ya cuenta con el apoyo de IU y puede aspirar a que Ignacio Prendes le dé el voto que asegura la investidura por mayoría absoluta. Foro debe obtener el respaldo del PP y convencer a UPyD de las similitudes que hay entre los programas de los dos partidos.
Materia
El otro asunto que no ayuda a clarificar las bases sobre las que debe asentarse la nueva mayoría parlamentaria reside en las cuestiones que se proponen a discusión. Ponerse a debatir sobre las ayudas a pymes y trabajadores autónomos no lleva a ningún sitio, porque todos los partidos están de acuerdo en apoyarlos. Si hace falta dar diez o cincuenta millones de euros más para obtener el acuerdo, nadie pondrá objeciones; es un asunto que no permite trazar una raya entre el gobierno y la oposición. Tratar de incluir en un acuerdo de investidura la fusión de municipios es imposible, sin negar que el actual mapa municipal, con 78 concejos, sea insostenible y culpable de sobrecostes estructurales.
La idea repetida por todos de cotejar los programas electorales tampoco es la solución. En el 2003 y en el 2008, PSOE e IU firmaron un prolijo programa de gobierno lleno de proyectos de ley que quedaron en blanco. La gobernabilidad de un territorio no depende de amplios programas con todo tipo de capítulos, desde el turismo hasta la universidad, sino de la respuesta que se dé a unas cuantas urgencias y del posicionamiento general ante el resto de poderes (Gobierno central, agentes sociales).
Sólo hay dos perspectivas útiles para formar un pacto de gobierno: acordar el reparto del poder institucional (consejerías, control de la Mesa de la Cámara) o entrar en los asuntos críticos que hay sobre la mesa, empezando por el recorte del sector público autonómico y siguiendo por la reorganización de los servicios que dependen del Principado. Si no se debate de esto es que se quieren orillar los problemas para formar mayorías “ad hoc” con intereses ocultos.