Entre la campaña electoral y las negociaciones postelectorales, Asturias se ha situado en el primer plano de la actualidad nacional. Bien es cierto que lo ha hecho por una vía inesperada y desconcertante para el resto de españoles, porque nuestro protagonismo había estado siempre ligado a la imagen del Paraíso Natural, los Premios Príncipe de Asturias o los éxitos de Fernando Alonso, pero nunca por pendencias entre partidos. De nuestras anodinas legislaturas autonómicas, dominadas por las plácidas mayorías absolutas de la izquierda con el PP monopolizando la oposición, hemos pasado a la abrupta repetición de elecciones, dando paso el posterior recuento de las urnas a un mapa de cinco fuerzas políticas del que no es fácil entrever una mayoría estable de gobierno.
Las interminables entrevistas entre líderes políticos para pactar la gobernabilidad de la región no aportan nada nuevo. Era obvio que PSOE e IU se podrían de acuerdo en respaldar la investidura de Javier Fernández, y así ha sido. Bien es cierto que revistiendo IU su apoyo de exigencias retóricas (defensa de la sanidad y educación públicas, y de los servicios sociales; apuesta por la concertación social e introducción de patrones de transparencia en la gestión del Principado) que están incluidas en el programa socialista. El resto de contactos entre las fuerzas políticas no ha aportado nada nuevo. En la Junta General del Principado se juega una partida de cartas, en la que el PP y UPyD no enseñan, aún, el juego que llevan. El mandato que nos espera depende de dos incógnitas: la estrategia del PP y el alineamiento de UPyD.
URGENCIA
La izquierda ha puesto de manifiesto que sus 22 diputados votarán en la misma dirección, mientras que el centro-derecha se mantiene en la indefinición. La última palabra en la sesión de investidura la dirá Ignacio Prendes (UPyD), pero es más urgente saber si entre los dos grupos del centro-derecha habrá acuerdo, porque de mantenerse el disenso de la pasada legislatura la decisión de UPyD será intranscendente, ya que Javier Fernández será investido con los votos de la izquierda.
El hipotético acuerdo del centro-derecha tiene un elemento fijo que lleva adosado varias alternativas. Foro cuenta con 12 diputados y el PP tiene 10 escaños. La candidatura de Cascos a la Presidencia es el punto de partida, dado que la aritmética parlamentaria es determinante. Que en una coalición de dos partidos presida el socio minoritario es absurdo. Pensar en terceras personas -ni Cascos ni Mercedes Fernández- es ensayar una vía artificial por la que no se ha transitado jamás en ninguna comunidad autónoma.
Las alternativas unidas a la gobernabilidad del centro-derecha son tres: participación de los dos grupos en el Gobierno de la región, la firma de un acuerdo de legislatura o el recurso de los acuerdos puntuales. De las tres opciones la más sensata es la coalición de Gobierno, tratando de salvar por la vía de la gestión conjunta las diferencias escenificadas en el pasado. Cuando dos grupos se diferencian en dos escaños no cabe discutir por el número de consejerías, debiendo hacerse el reparto a partes iguales, correspondiendo la Presidencia al mayoritario. Es evidente que correspondería al PP escoger la forma de inclusión en el acuerdo del centro-derecha, ya que a Foro le tocaría en cualquier caso gobernar, mientras el PP optaría entre compartir las decisiones ejecutivas o limitarse a dar respaldo desde el Parlamento.
REVESES
Todas estas consideraciones obligan a ir al punto de partida: la pelota está en el tejado del PP. Los partidos políticos argumentan sus posiciones en función de los objetivos generales, pero no conozco ninguno que tome sus decisiones sin mirar los intereses de la organización. Sin incómodos testigos, le corresponde a la dirección nacional del PP y a Mercedes Fernández reflexionar sobre lo que les conviene hacer.
El PP asturiano lleva desde 1998 cosechando reveses, pero ninguno tan duro y desmoralizador como los dos sufridos frente a Cascos en el corto plazo de diez meses. La figura del ex ministro tiene tirón en el centro-derecha asturiano, pero lo que más erosionó a la imagen del PP fue la denuncia de la complaciente oposición de Ovidio Sánchez a los gobiernos de Areces, y la mayoría parlamentaria de facto establecida entre el grupo de Espinosa y los socialistas, contra Foro. Con el PP nacional en la cresta de la ola, la enmienda a la totalidad de los presupuestos de Cascos anuló toda posibilidad al PP asturiano de recuperar escaños en las elecciones anticipadas.
Con esos precedentes, impedir el acuerdo con Foro, recurriendo al subterfugio de presentar candidatura propia a la Presidencia, sería entendido por el electorado de centro-derecha como una maniobra para allanar a Javier Fernández el acceso al gobierno. Si el PP asturiano desea salir del gueto en que le colocó una estrategia sectaria y contraria a los intereses de su electorado, nada mejor que apostar rotundamente por una coalición de gobierno con Foro.
En la Moncloa y en Génova deberían entender que vetar el acuerdo con Cascos tiene dos consecuencias directas: perjudicar a la organización asturiana del PP y entregar otra comunidad autónoma a Rubalcaba.