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Juan Neira

LARGO DE CAFE

DIGNIDAD PROBADA

La muerte de Sergio Marqués hace girar la mirada veinte años atrás, cuando el abogado gijonés estaba entregado a la actividad pública, primero como diputado autonómico del PP y luego como presidente del Principado.
Como ocurre con todos los que tuvieron en sus manos destinos colectivos, hablar de Marqués es hacerlo de todos nosotros, porque la suerte de Marqués y su gobierno influyó en el destino de Asturias, especialmente en las instituciones regionales, que a partir de su etapa de gobernante siguieron un curso imprevisto, al quedar el PP desterrado del poder, dando al PSOE la oportunidad de consolidar su hegemonía política en la región.
Marqués era diputado en la Junta General del Principado y portavoz en la comisión de Industria. A mitad de la legislatura, 1991-1995, pasó a ser portavoz parlamentario, sustituyendo a Isidro Fernández Rozada que acumulaba cargos o funciones (presidente del PP, portavoz parlamentario, senador). En ese momento, Marqués dejó su despacho de abogado y se dedicó enteramente a la actividad política, como paso previo a ser elegido candidato a la Presidencia del Principado.
El PP sólo conocía la oposición. En las elecciones autonómicas de 1987 había sacado 13 escaños y en las de 1991, 15 diputados. La izquierda tenía una mayoría holgada, en HUNOSA había 19.000 mineros y la patronal asturiana no existía como tal.
El último domingo de mayo, ante la incredulidad de los pesos pesados del PP regional, la lista de Marqués fue la más votada, con 21 escaños, cuatro más que los socialistas y a dos de la mayoría absoluta. Formalmente, Marqués había sido elegido candidato por los órganos del partido en Asturias, y confirmado en Madrid. En realidad, Álvarez-Cascos fue quien depositó su confianza en Marqués.
Los dirigentes del PP regional aceptaban a Marqués como líder de la oposición, pero veían con suspicacia su llegada a la Presidencia. Para Marqués todo fueron dificultades. Fue investido presidente gracias a la desunión entre el PSOE e IU. Gobernaba en medio de una Cámara adversa, sin posibilidad de aprobar los presupuestos, hasta que por uno de esos azares inexplicables de la política asturiana, Antón Saavedra rompió con IU, y desde el grupo mixto, acompañado de Xuan Xosé Sánchez Vicente, otorgó la mayoría suficiente a Marqués para aprobar las cuentas.
Los últimos quince meses de mandato fueron los que marcaron la política asturiana. El 29 de febrero de 1998, en una convención del PP regional en Cangas de Onís, cuando se repasaba el documento, “El Gobierno de Sergio Marqués cumple”, una concejala gijonesa formuló las primeras críticas al presidente del Principado. En las semanas siguientes, se multiplicó el eco del mensaje crítico -“el Gobierno no se coordina con el partido”- y del inicial debate se pasó a la división y de esta al radical antagonismo entre aparato partidario y Gobierno. Nadie supo dar una explicación plausible sobre lo que ocurrió, pero unos pocos meses después el Gobierno tuvo que refugiarse con cinco diputados en el grupo mixto, y la dirección nacional del PP confió a Ovidio Sánchez el liderazgo del partido. Ante una ofensiva tan injusta como inexplicada, Marqués dio la cara y mantuvo la dignidad personal y la del cargo que ocupaba. El 13 de junio de 1999, Areces ganó las elecciones por mayoría absoluta y el PP quedó retratado ante la opinión pública asturiana.
Marqués volvió a ser diputado por la URAS, partido fundado por él, y unos años más tarde abandonó la política y retornó a su despacho, donde ayer falleció. Hace unos años, lo vi haciendo cola en una gasolinera, al volante de un automóvil fabricado en Corea, que ya había conocido otros propietarios. Entonces, tuve la certeza de que no hubo decisión más injusta que crear una comisión parlamentaria para investigar aquel Gobierno de Sergio Marqués.

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por JUAN NEIRA

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