El Ministerio de Hacienda anunció que dará un plazo de quince días para hacer nuevos ajustes a las comunidades que vean rechazados sus planes en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. El Gobierno lleva el discurso al terreno de la normalidad, olvidando las amenazas de actuaciones fulminantes, como la vertida sobre Asturias en días atrás. Por su parte, el Principado aporta datos para demostrar que las cuentas asturianas arrojan un superávit de 57 millones de euros. Toda la oposición, con la excepción del PP, deplora las amenazas del Gobierno central y disiente del planteamiento económico del Principado, porque el superávit es producto de la prórroga de las cuentas, de modo que las futuras autorizaciones de crédito terminarán con el excedente.
La operación asturiana de reducción del déficit se diferencia del resto de los ajustes autonómicos en que se mezcla lucha partidaria y presupuestos. En sus dos declaraciones, el Ministerio de Hacienda no habló de cifras, sino del gobierno en funciones, para justificar la intervención en el Principado. Es muy difícil discutir con un mínimo de objetividad sobre la corrección del ajuste propuesto por el gobierno de Foro, porque las condiciones del debate están viciadas. El ministerio de Cristóbal Montoro dio inicialmente un plazo de cinco días para modificar el plan económico, y ahora lo prolonga por otros quince días. Lo lógico es que el análisis de la evolución presupuestaria de aquí a fin de año lo haga el nuevo gobierno. En su comunicación, el Principado señalaba que el superávit se debe a la rigidez de la prórroga presupuestaria, que sólo le permite pagar las nóminas de los funcionarios y atender los servicios esenciales. En su día, la oposición rechazó la petición de endeudamiento y la gestión del Principado se atuvo al margen de actuación que le dejaba la prórroga presupuestaria. Lo que critica la oposición, ya lo dice Foro por delante. Para hacer nuevos recortes, mejor esperar quince días y que el nuevo gobierno escoja su opción. La contención del gasto fue tan grande, en estos meses, que hay margen para decidir y actuar. Hablar de controlar las cuentas es absurdo.
Como todo esto es muy sencillo y no hace falta ser ministro para entenderlo, lo único sustancial y novedoso de lo sucedido estos días es la amenaza de intervención que dejó servida la suerte de la sesión de investidura.