El bagaje de los políticos está relacionado con las vivencias previas a la llegada a los cargos. Lo que les tocó hacer y lo que vieron a su alrededor. Para entrever sus futuras actuaciones, mírese hacia atrás y analícese los escenarios de su pasado. Javier Fernández no es una excepción a la regla.
El recién elegido presidente nació en las cuencas mineras al finalizar la década del los años cuarenta del siglo pasado. Años de autarquía, en los que no se compraba energía fuera y España era deudora del carbón. Desde 1920 hasta 1959, la producción del carbón sigue una gráfica permanentemente ascendente, con una pequeña inflexión en 1937, por los avatares de la contienda civil.
Javier Fernández nace en el seno de una familia de izquierdas que conoció la represión del franquismo, emparentada con la legendaria figura de Manuel Llaneza, alcalde de Mieres y fundador del Sindicato Minero.
Cuando le llega la edad de decidir elige lo que vio: estudiar ingeniería de minas. El modelo productivo asturiano era el de la “toneladona”, con la actividad económica marcada por las toneladas de carbón que se extraían de los pozos, las toneladas de mineral que entraban por El Musel y las toneladas de arrabio que se producían en los hornos altos. En esa sociedad, el prestigio profesional recaía en la figura del ingeniero.
Energía
Al acabar la carrera oposita al cuerpo de Ingenieros de Estado y posteriormente se afilia al PSOE. En 1991 es nombrado director general de Minas del Principado. El primer destino político del actual presidente.
Para entonces, la apuesta energética del Gobierno de Felipe González ha fracasado. No es el único caso, porque hubo luego batacazos mayores. En los años ochenta se decide sustituir el carbón por la energía nuclear, como principal “input” de la dieta energética española. Una opción arriesgada que exige una gran estabilidad por parte del regulador, porque para rentabilizar las inversiones hace falta un horizonte de cuarenta años. Oficialmente, el modelo encalla por un hecho imprevisto: el frente abierto por ETA en la central de Lemoniz. La realidad es que la puesta en práctica del modelo nuclear estaba siendo extraordinariamente costosa, porque la operación de instalar 10.000 megavatios/hora había exigido una financiación de 24.000 millones de euros. El pasivo de las empresas eléctricas era comprometedor y los bancos observaban el panorama con inquietud. Dicho en términos actuales: el Gobierno había cebado la burbuja nuclear.
En 1991, dada la ruinosa cuenta de Hunosa, Felipe González decide dar un paso adelante y ofrece prejubilaciones a los mineros. La reacción inicial del Soma y de CCOO es de rechazo, porque entienden que tras el “caramelo” de la prejubilación se esconde el cierre ordenado de los pozos. Una veintena de años más tarde, las posiciones en el debate se han invertido: los sindicatos se agarran con uñas y dientes a las prejubilaciones y el Gobierno de Rajoy quiere ponerles punto final.
Madrid
En esos años, las reflexiones de Javier Fernández influyen en la dirección del Soma y en 1996 logra un acta de diputado en las Cortes Generales. Desde la infancia hasta la cuarentena, toda la vida de Javier Fernández está relacionada con el carbón.
Las elecciones generales de 1996 marcan la llegada de Aznar al poder, y el trabajo parlamentario de Javier Fernández se canaliza a través de la comisión de la Energía, donde pronto tendrá lugar la famosa controversia sobre los costes de transición a la competencia, un sistema ideado por el ministro Josep Piqué para prevenir a las empresas eléctricas del perjuicio de la libertad de mercado. Andando los años, el sistema derivaría en el gigantesco déficit de tarifa (en torno a 25.0000 millones de euros) que debemos los consumidores al pool de los operadores eléctricos. En el Congreso traba amistad Javier Fernández con un grupo de diputados, entre los que están José Luis Rodríguez Zapatero.
En 1999, la entente entre Álvarez Areces y Fernández Villa, que abrió las puertas del Principado al entonces alcalde de Gijón, da paso a la formación de un gobierno en el que la titularidad de la Consejería de Industria recae en Javier Fernández. Desde su puesto convence al presidente para demandar a Arcelor la instalación de un horno eléctrico en Gijón, una inversión pequeña, por debajo de los 50 millones de euros, que podría haber sido muy eficaz para las líneas de productos que no requirieran de una gran calidad de acero. También exige la inclusión de una planta regasificadora en El Musel, petición a la que se opone Rodrigo Rato, y que sólo obtendrá la luz verde con Zapatero instalado en La Moncloa.
Liderazgo
En el año 2000, en el Principado ha estallado una crisis política de gran envergadura en torno a la Presidencia de Cajastur, al chocar el Gobierno de Areces con el grupo socialista. El Parlamento aprueba una Ley de Cajas que quita poder al Gobierno regional sobre Cajastur. El presidente queda públicamente desautorizado por un grupo parlamentario que orbita en torno a Fernández Villa. A las puertas del del 28 congreso de la FSA se vuelve al antagonismo entre oficialistas y renovadores. En ese momento, Javier Fernández se postula como candidato a la Secretaría General. Un paso sorprendente en un político que siempre se había movido entre la energía y la industria. Es el candidato del sector oficialista, cuyo núcleo duro radica en el Soma.
Con el discurso más brillante de su carrera política gana la Secretaría General en competencia con Álvaro Álvarez, el candidato de Areces. Cuando los poderes fácticos de la región disfrutaban imaginando la cabeza de Areces por el suelo, Javier Fernández se convierte en el principal sostén del presidente. Desde el liderazgo interno muestra un escrupuloso respeto hacia las instituciones autonómicas y se pone como meta pacificar el partido. En el año 2000, la comisión ejecutiva que propone Javier Fernández a los delegados del 28 congreso no obtiene el 50% de los votos, y en el 29 congreso, año 2004, sale elegido secretario general por el 92% de los sufragios. Esa transformación desde la división al liderazgo unitario es la principal aportación de Javier Fernández a la política asturiana.
El resto de la historia está muy reciente: la transición en el cartel electoral de Areces a Javier Fernández, la derrota en el 2011 ante el “fenómeno Cascos”, y la segunda oportunidad aprovechada en las recientes elecciones del 25 de marzo. Recapitulemos. Un dirigente marcado por su relación vital, profesional y política con el carbón y el sector de la energía, que dio sus mejores frutos cuando pudo trabajar cerca de la gente, como ocurre en el microcosmos de un partido. Escrutemos el futuro: Asturias deja atrás 13 años de hiperliderazgos para dar paso a un hacedor de equipos.