El Consejo de Gobierno del Principado ha nombrado a los dos viceconsejeros que tendrá el Ejecutivo –Álvaro Álvarez, en Administraciones Públicas, y Alejando Calvo, en Cultura y Deporte- y a 34 de los 36 directores generales que están contemplados en el organigrama de la nueva Administración socialista. La mitad de los altos cargos ya desempeñaron tareas de responsabilidad en los gobiernos de Álvarez Areces. Se trata de un hecho normal, porque estamos hablando del mismo partido. El mismo Javier Fernández también participó, como consejero de Industria, en el primer Gobierno de Álvarez Areces. El PSOE asturiano no puede permitirse el lujo de prescindir de gente valiosa que ya formó parte de anteriores gobiernos. La estructura del Ejecutivo decidida por Javier Fernández conlleva un ahorro cercano a los 600.000 euros al año con respecto al anterior mandato. En época de escasez de recursos, la política de personal tiene que velar por la austeridad.
Durante decenios, la izquierda analizó los gobiernos sin prestar atención a las personas que formaban parte de los mismos. La influencia de las corrientes materialistas hizo que se pusiera toda la atención en las estructuras de poder, en las que se integraban ministros, consejeros, directores generales, etcétera. Un enfoque que descansaba en una premisa de fondo: los gobernantes son meras anécdotas al servicio de los grandes poderes económicos. Hoy día hemos pasado a la visión opuesta: la personalidad de los gobernantes es decisiva y las estructuras de poder son irrelevantes o inexistentes. En la actualidad, el retraimiento de Rajoy, la frivolidad de Zapatero o el orgullo de Aznar se consideran hechos que influyen decisivamente en el rumbo de España, lo que no deja de ser un disparate. Entre estas dos visiones sesgadas, me inclino a pensar que los gobiernos dependen fundamentalmente de la coyuntura que les toca gestionar. Los poderes económicos que los condicionan y los personajes que los habitan tienen una influencia secundaria.
A lo que iba: el Gobierno de Javier Fernández empezó su mandato en medio de las circunstancias más adversas que quepa imaginar. El contexto europeo, nacional y asturiano es muy desfavorable. Harían bien los 36 nuevos altos cargos en darse cuenta que toman posesión en situación de emergencia. La clave: formar una brigada de salvamento.