Carlos Floriano culpa a Rubalcaba de la ruptura en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. El alto dirigente nacional del PP considera que el líder de la oposición utiliza a las comunidades autónomas como ariete contra el Gobierno. La influencia de los ejecutivos regionales en la política nacional no es una novedad de este mandato, como tampoco lo es su alineamiento estratégico con el partido en el que están encuadrados. Esperanza Aguirre, Camps o Feijoo no le hicieron la vida agradable a Zapatero, y Javier Fernández o Griñán también le crean dificultades a Rajoy. Más de tres décadas de democracia muestran que el ascenso de los partidos al Gobierno se logra a través de ocupar el mapa autonómico. La mayoría absoluta de Rajoy vino precedida del triunfo electoral en once regiones. Cuando el partido que está en la oposición se enfrenta a un gobierno de mayoría absoluta, como le sucedió a Zapatero entre los años 2000 y 2004, ante Aznar, el papel de los gobiernos regionales de signo opositor adquiere un gran protagonismo. Entonces, Chaves, Bono y Rodríguez Ibarra tenían tanta relevancia en el debate nacional, como todo el grupo parlamentario encabezado por Zapatero.
En el presente, Rubalcaba está al frente del grupo socialista con menos escaños de la democracia y le viene muy bien cualquier cuña autonómica o municipal contra Rajoy. El problema para utilizar esa estrategia estriba en que la cuota autonómica del PSOE también es muy escasa. Sólo tres territorios gobernados por los socialistas, y uno de ellos, el vasco, en vísperas de cambiar de signo político, porque la mayoría nacionalista parece cantada cuando faltan unos meses para que expire la legislatura.
Expuestas las premisas que rodean el asunto, es momento de decir que el choque entre las autonomías y el Ministerio de Hacienda no tiene nada que ver con una estrategia socialista de alcance nacional, porque los planes de Montoro sólo fueron respaldados por las comunidades dominadas por el PP. Cataluña desairó al Gobierno renunciando a acudir al Consejo de Política Fiscal y Financiera, y la Generalitat no están en manos de los socialistas, como tampoco lo está Canarias, que le dijo “no” al ministro. No hay que buscar retorcidos contubernios para explicar la negativa, ya que basta con exponer los datos del ajuste. Sin disciplina de partido, habría consenso en el rechazo.