Los Pactos de la Moncloa fueron En la entrevista con Álvarez Areces que aparece hoy en estas páginas, el senador socialista se muestra como un animal político que no conoce fecha de jubilación ni tiene plazo de retirada. Sobre todas las cuestiones habla con la misma fuerza y convicción que cuando era presidente del Principado o alcalde de Gijón. Extraña que un socialismo tan descapitalizado se permita el lujo de tener a Areces en el Senado, cuando podría ayudar a solucionar algunos de los grandes déficit que tiene el grupo de Rubalcaba en el Congreso de los Diputados. Puestos a poner en valor su experiencia, creo que el socialismo gijonés también saldría extraordinariamente reforzado con la vuelta del ex alcalde a la actividad local. Tras estar un cuarto de siglo en primera línea de fuego su figura se ha erosionado; cuando llevamos 35 años de democracia es oportuno reconocer que no existen ya los liderazgos políticos sin manchas ni arrugas.
A lo largo de toda su ejecutoria, Areces siempre ha alabado la actividad política. En la entrevista vuelve a incidir en ello, al manifestar que “la política nos permitió superar la crisis de los ochenta y nos sacará de la actual”. Un juicio optimista que nos da la oportunidad de realizar un recorrido crítico sobre la aportación de la política a la solución de las crisis económicas en nuestro país.
PLAN DE ESTABILIZACIÓN
El 21 de junio de 1959, Franco claudicaba en su defensa de la política autárquica y aceptaba el Plan Nacional de Estabilización, que le propusieron sus ministros de Hacienda y Comercio, Navarro Rubio y Alberto Ullastres. El dictador aceptaba la humillación de devaluar la peseta, de modo que el dólar pasaría de tener un valor cambio de 42 a 60 pesetas. Está considerado el Plan Nacional de Estabilización como la mejor medida de política económica en muchos decenios, pero la paternidad de la iniciativa recayó más en técnicos, como Joan Sardá Dexeus o Fabián Estapé, que en políticos. Y sin olvidar el papel clave del Fondo Monetario Internacional, en especial de su presidente, Per Jacobson, que fue tan convincente ante Franco que el dictador se mostró dispuesto a depreciar la moneda nacional hasta dejar el dólar en 63 pesetas. No fue necesario.
PETRÓLEO
Segunda parada. En septiembre de 1973, las acciones de Telefónica, las populares “matildes”, se hundieron en el parqué de la Bolsa. La crisis del petróleo acababa de estallar, bajo el peso del lobby del crudo, capitaneado por Gadafi. Durante años, las urgencias de la transición política relegaron la toma de decisiones económicas. Tras cuatro años de inflación y paro, el vicepresidente, Enrique Fuentes Quintana, primera figura del pensamiento económico, diseñó la estrategia de los Pactos de la Moncloa, la operación de consenso más celebrada de la historia española, junto con la redacción de la actual Constitución.
muy eficaces en la lucha contra la inflación, que estaba ya en el 38% interanual cuando se firmaron. Fuera de esa loable iniciativa, liderada por el economista español más insigne de la segunda mitad del siglo XX, la crisis del petróleo no conoció ninguna terapia política. Cuando Jomeini encabezó la triunfante revolución iraní (enero 1979) dando paso a la segunda crisis del petróleo, la economía nacional quedó en estado de shock.
En Asturias, tampoco la nueva clase política autonómica introdujo las reformas necesarias. En la Preautonomía y la Autonomía, los políticos asturianos de izquierdas y derechas rindieron culto al tópico de la empresa pública y pusieron sus esperanzas de futuro en los sectores que tenían más pasado. Con cifras: entre los años de 1975 a 1987, el PIB regional creció el 0,3% de media anual.
Cuando la crisis del petróleo había quedado atrás en toda Europa y el barril del petróleo había bajado hasta los once dólares, la economía española seguía aquejada de paro e inflación. De la postración nos sacaron los fondos europeos, que en Asturias tuvieron características de maná.
Tercera parada, crisis de 1993. Si el Plan de Estabilización fue el remedio a la política autárquica, la crisis del 93 fue una consecuencia de la política de “peseta fuerte” de Solchaga. Las empresas echaron mano de las mayores dosis de ingenio para exportar, hasta que cerraron. El error de los políticos fue resuelto con tres devaluaciones de la moneda en menos de un año. En Asturias, sin comerlo ni beberlo, perdimos 22.000 empleos en las industrias públicas, aquellas que nuestros líderes autonómicos proponían como auténticas fortalezas de la región.
DISPARATES
Cuarta parada. La Gran Recesión. Desde el principio de la actual crisis (18 de julio 2007), las decisiones políticas fueron una suma de disparates. De la inicial negación del fenómeno (Zapatero, elecciones generales de 2008) pasamos a los planes masivos de gasto público (planes “E”: 13.000 millones de euros), para girar luego hacia la política de lucha contra el déficit (11,2% del PIB) generado por los anteriores planes de gasto. De sacar pecho por tener la banca más sólida del mundo a aceptar la intervención de la UE en nuestros bancos.
En Asturias, que teníamos unas cuentas saneadas, pasamos en cuatro años de un endeudamiento de 600 millones de euros a más de 2.200. Los políticos podrían hacer un poco de autocrítica.