En los últimos días de septiembre tendrá lugar el congreso del Partido Socialista en Asturias. Una reunión pacífica, casi de puro trámite, porque no hay incógnitas que despejar. El PSOE ha vuelto a gobernar en Asturias, tras estar diez meses en la oposición. Javier Fernández ha ganado las elecciones con más ventaja (cinco escaños) sobre el segundo partido de lo que había ocurrido en las dos últimas legislaturas que había gobernado el socialismo. Puede argüirse que el centro-derecha se presentó dividido, algo que no ocurría desde la época en que el CDS era partido parlamentario. No obstante, un año antes, mayo de 2011, el centro-derecha también estuvo representado por dos grupos (Foro y PP) y el PSOE perdió las elecciones. En resumen, Javier Fernández se presenta ante el congreso de la FSA con un capital político indiscutible, al haber ganado claramente los últimos comicios autonómicos, algo que en los últimos tiempos está vedado para el Partido Socialista, que pierde elección tras elección: derrotado en todas las comunidades autónomas, incluyendo Andalucía, y con Rubalcaba liderando la oposición en el Congreso de los Diputados al frente del grupo parlamentario más reducido que ha tenido el PSOE en treinta y cinco años de democracia.

Antes de ser proclamado candidato electoral, Javier Fernández ya era el líder indiscutible del PSOE regional. No es fácil alcanzar ese estatus sin haberse convertido previamente en presidente. La razón del masivo apoyo dado por las bases del partido estriba en que Javier Fernández siempre se identificó con los intereses del PSOE, tratando de superar la larga etapa en que la organización asturiana estaba dominada por la lucha entre tendencias (Soma, renovadores, tercera vía). Si al liderazgo interno se suma el respaldo electoral, se pude asegurar que la renovación de Javier Fernández como secretario general de la FSA está asegurada. Por si alguien tuviese alguna duda, Rubalcaba comparó su predilección por el presidente asturiano con su amor por el Real Madrid.

Aunque en Asturias hubo siempre una separación entre el liderazgo institucional y la jefatura en la organización socialista, la norma del PSOE es que ambas responsabilidades recaigan en una misma persona. La bicefalia asturiana fue durante tres décadas una excepción. Se avecina un congreso continuista.