El único punto común entre el resultado electoral de Galicia y el País Vasco reside en la superlativa derrota socialista. En el resto de parámetros las diferencias son notables: en Galicia hubo un ganador por mayoría absoluta, en el País Vasco, no; el PP ganó escaños en Galicia y los perdió en el País Vasco; IU obtuvo escaños en Galicia y los perdió en el País Vasco; UPyD es parlamentaria en el País Vasco y extraparlamentaria en Galicia. Desde una perspectiva más general, de las urnas vascas salió un mensaje preocupante para el Estado, mientras que el veredicto de las urnas gallegas es de estabilidad. En resumen: hay más distancia política que geográfica entre gallegos y vascos. Todo distinto, menos el batacazo del PSOE, que perdió escaños en las siete provincias (cuatro gallegas y tres vascas), siendo la menor pérdida la de Lugo, donde sólo se dejó un acta de diputado.
Probablemente haya pesado en el cuerpo electoral gallego las andanzas del alcalde de Orense y la espectacular peripecia del ex ministro de Fomento, José Blanco, en aquella gasolinera de marras. No obstante, las razones del fracaso hay que buscarlas en la insulsa figura del candidato a la Xunta, el agotado mensaje socialista y el discurso oportunista que tiene el equipo dirigente de Rubalcaba, rasgándose las vestiduras por subidas de impuestos y recorte de gastos similares a los practicados por el Gobierno socialista. Ahora se ve más claro que la horrible etapa de Zapatero debería haber dado paso a la renovación interna, poniendo al frente del partido a algún dirigente que no hubiese sido ministro con el presidente leonés. La capacidad de Rubalcaba para el cargo es indudable, pero la política tiene injustos peajes que hay que pagar.
Gran varapalo en el País Vasco, donde la rampante figura de Patxi López ha quedado abrasada en las urnas, al perder más de 100.000 votos, con sus nueve escaños correspondientes. La gestión timorata del Ejecutivo de López no satisfizo al electorado constitucionalista que se quedó en casa. De su fracaso es corresponsable el PP de Basagoiti, porque ambos dirigentes no respondieron a las aspiraciones del electorado no nacionalista, limitándose a gestionar el statu quo. Como muestra ahí está la provincia de Álava, con el PNV y Bildu, como partidos más votados, cuando hace treinta Vitoria era como Burgos.