Desde el entorno de Mercedes Fernández se asegura que la presidenta del PP cuenta con 835 avales para revalidar su cargo en el congreso regional que se inaugurará el 3 de noviembre. De ser cierta esa cifra, Mercedes Fernández acudirá a la cita sin rivales, ya que están convocados 987 delegados y para alcanzar el estatus de candidato a la presidencia del partido hace falta presentar el 20% de las firmas de los delegados; una condición imposible de cumplir si Mercedes Fernández tiene ya en su mano el 84% de los avales. Este razonamiento general viene a cuento de las aspiraciones de Manuel Pecharromán de ser el nuevo presidente del PP asturiano, que pueden verse frustradas por no cumplir con el mínimo respaldo exigido.

La organización asturiana del PP es un tanto peculiar, porque estamos a diez días del congreso y casi no hubo manifestaciones de apoyo a uno u otro candidato. Hay un mutismo generalizado, salvo alguna declaración extravagante por parte del ex alcalde de la capital, Gabino de Lorenzo. Los candidatos hablan de los avales que tienen o piensan lograr, pero la inmensa mayoría de los avalistas guardan silencio, quizás porque de esa forma crean que cumplen mejor con la disciplina de partido. Las palabras dedicadas a la cuestión por parte del resto de dirigentes no exceden de la extensión de un telegrama. Dentro de las peculiaridades del proceso hay que destacar el estilo de Manuel Pecharromán, un candidato sin voz, que debe andar de viajero anónimo por los pueblos en busca de apoyos, evitando la publicidad. Tan discreto es su estilo de campaña que todavía no hizo Pilar Fernández Pardo una manifestación pública de respaldo, cuando ella le encomendó el encargo de hacerse con el liderazgo regional del partido. Hasta la fecha sólo conocimos de Pecharromán su mensaje de relevo generacional, según el cual los que llevan treinta años en puestos dirigentes deben de dar paso a los jóvenes. Un discurso recurrente en el seno de los partidos que se puede formular de una manera más directa: quítate tú para ponerme yo.

Pecharromán necesita arriesgar, porque es un “outsider”, mientras Mercedes Fernández tiene detrás de si la fuerza del aparato. Y el 90% de los congresos los ganan los aparatos de los partidos. Hay que reconocer que es una papeleta muy difícil para alguien que siempre ha jugado el papel de discreto concejal.