Mercedes Fernández quiere que la organización gijonesa del PP vaya en sintonía con el PP regional. La presidenta del partido acepta que la problemática específica de cada ayuntamiento, pero no la descoordinación. Mercedes Fernández sabe perfectamente que el término “descoordinación” tiene unas connotaciones muy precisas en el PP asturiano, ya que fue la primera acusación levantada contra Sergio Marqués desde el aparato regional del partido, liderado entonces por Isidro Fernández Rozada. Corrían los primeros días del mes de marzo de 1998. Más allá de esta consideración, el planteamiento de Mercedes Fernández es razonable siempre que se guarde un equilibrio entre la necesaria coordinación y la innegable singularidad de cada realidad municipal.
Por su parte, Pilar Fernández Pardo agradece a Manuel Pecharromán que se haya presentado como candidato a la presidencia regional del partido. La líder del PP gijonés considera que es bueno que haya más de un candidato, aunque aclara que su organización respaldará al presidente/a que salga del congreso regional, con independencia de la persona que sea. Creo recordar que es la primera declaración de la portavoz municipal sobre la candidatura de Pecharromán. Podía Fernández Pardo darle un respaldo con la mano abierta, pero ha preferido tratar el asunto de manera indirecta. Teniendo en cuenta que Pecharromán se puso el traje de candidato por indicación de Fernández Pardo, cabía esperar que le diese un apoyo rotundo, señalando que iba a trabajar por su victoria en el congreso. Agradecer que se haya presentado como candidato y encontrar beneficiosa la pluralidad de opciones no pasa de ser una forma de nadar y guardar la ropa. La reflexión final sobre el respaldo que se dará desde Gijón al nuevo presidente/a hay que entenderla como la estrategia “B”: si fracasa la aventura de Pecharromán, nos queda la vía del diálogo.
El intento del concejal-candidato se presenta como una iniciativa individual que los suyos ven con agrado, pero en caso de fracaso la organización gijonesa tendrá las manos libres para hablar con el aparato regional. Presentadas así las cosas, desconozco si Pecharromán se siente como el general de un ejército en vísperas de la batalla o como un paracaidista bien pertrechado que fue arrojado tras las filas enemigas para cumplir una misión imposible.