La jornada de huelga general siguió en Asturias los patrones de las últimas convocatorias, con paralización temprana del transporte y la industria, ronda de piquetes por el centro y los barrios de las principales ciudades, para dar paso a una tarde orientada hacia la multitudinaria manifestación por las calles de Oviedo, dando la oportunidad a comerciantes y hosteleros del resto de Asturias de levantar la persiana de sus negocios y recibir a los clientes. En resumen, una huelga generalizada, sin ser total, y de extenso cumplimiento por la mañana, con libertad de decisión a la tarde.
La movilización tuvo más seguimiento en Asturias que en el resto de las comunidades autónomas; un comportamiento al que ya estamos acostumbrados, al tener los sindicatos más peso en nuestra región que en el resto de territorios y por el surco abierto con anteriores huelgas. En esta ocasión los sindicatos esperaban una mayor respuesta que en anteriores citas. El 29 septiembre de 2010, cuando llamaron a la huelga general contra el giro dado por Zapatero a la política económica, al frenar el gasto público e imponer los primeros recortes (5% en la nómina de los funcionarios), los sindicatos quedaron sorprendidos porque el paro sirvió para reabrir el debate sobre los liberados sindicales. Aunque declararon sentirse satisfechos por el resultado de aquella huelga, los dirigentes sindicales estaban irritados y perplejos. El pasado 29 de marzo, la huelga contra la reforma laboral tuvo un mayor seguimiento en consonancia con el retroceso en derechos sociales que suponía la ley de Rajoy. Ahora, tras el tremendo curso seguido por la política española, con el colapso de parte del sector financiero, subidas de impuestos y crecimiento del paro, CCOO y UGT esperaban una movilización tan nutrida como las grandes citas sindicales de los años ochenta, cuando los sindicatos mandaban parar y nos quedábamos sin televisión, y con las gasolineras y cines cerrados. Hubo un paro importante, pero el país no puso el candado.
La gente está cabreada, pero nadie le presenta un norte de actuación. Los sindicatos dicen que hay soluciones, pero su hoja de ruta pasa por dar un corte de mangas a los mercados financieros, calentar la actividad económica con gasto público y menospreciar la cifra de déficit público. Es una receta coherente, pero de difícil venta.