Foro y PP piden la disminución del número de diputados en la Junta General del Principado, para configurar una Cámara de 35 escaños. IU se opone a la propuesta y el PSOE reserva, de momento, su opinión. La rebaja de diputados, como la de consejeros, ministros o concejales, tiene un gran predicamento popular. Los políticos están en el ojo del huracán, porque la gente les culpa de la crisis económica, o mejor, de su inoperancia ante la crisis, pero lo que más irrita al personal es su estilo de vida, con jornadas de trabajo reducidas, felices en las fotos y ajenos a las privaciones del electorado. Yo sólo conozco a un político/a asturiano/a que ha tenido la inteligencia de renunciar a la impactante berlina oficial de la institución para desplazarse por su ciudad en un coche discreto. La animadversión del público hacia los políticos llega hasta tal punto que se creó una candidatura electoral con el nombre de Escaños en Blanco. Si el mejor destino para un escaño es dejarlo vacío, la amortización de un cupo de diputados provocará entusiasmo. En el fondo de este debate late el cuestionamiento radical del Parlamento, como institución ineficaz y alejada de los intereses de la gente.
UPyD le impuso al Principado la creación de una comisión parlamentaria para estudiar la reforma de la ley electoral. En ese ámbito se pueden estudiar todo tipo de propuestas, entre ellas, la disminución de diputados. Sobre este punto es difícil hacer un juicio categórico. ¿Por qué dejar el Parlamento en 35 escaños y no en 25 o en 15? ¿Acaso no se ahorraría mucho más gasto dejando el número de escaños en la tercera parte de los que hay ahora? ¿Qué número mínimo de diputados debe tener el Parlamento para desempeñar la función de representar eficazmente al pueblo? No es sencillo dar una respuesta concreta, pero en las actuales circunstancias, cualquier rebaja siempre parecerá escasa al público.
Es probable que sea un acierto dejar la Junta General del Principado en 35 diputados, pero es mucho más importante acabar con la absurda división de tres circunscripciones electorales, que parcela absurdamente el mapa de una comunidad de apenas 10.000 kilómetros cuadrados, tiñe de localismo la vida regional y falsea el elemento más importante del proceso electoral: la relación entre el número de votos y la adscripción de escaños. Para una región, una circunscripción.