La noticia sobre las cuentas de Luis Bárcenas en Suiza, donde llegó a tener 22 millones de euros, ha causado impacto en la opinión pública española. Para dar una apariencia de normalidad el abogado del ex tesorero del PP aclaró que su cliente regularizó, recientemente, 10 millones, obtenidos lícitamente, aunque había cometido el error de no declararlos a Hacienda. Todo ese capital sería el fruto, según el letrado, de actividades mercantiles realizadas por Bárcenas en Sudamérica. Más tarde se supo que el ex senador y ex ejecutivo del PP también tiene 2,5 millones en una entidad financiera de Nueva York.
El nombre de Luis Bárcenas está entre los papeles de la Justicia porque ha sido acusado de cobrar 1.353.000 euros de la trama Gürtel. Su mujer también está imputada por haber defraudado, presuntamente, más de 200.000 euros en la declaración del IRPF del año 2006. Como cualquier otro acusado, no juzgado, se encuentra protegido por la presunción de inocencia, ya que hace falta que un tribunal dé por probados los delitos que se le atribuyen. Como desde estas líneas hacemos análisis político, de lo acaecido hasta ahora se pueden colegir dos cosas. En primer lugar, que la salida a la palestra de Bárcenas coincide en el tiempo con las andanzas de la saga de los Pujol, la trapisonda del ex alcalde de Santiago de Compostela, y las mil peripecias que ocurren en los territorios tóxicos (Baleares, Valencia, Marbella), donde la política se ha convertido en un atajo para amasar dinero. Esa múltiple y casual coincidencia produce un efecto deletéreo en la moral de una sociedad que camina hacia los seis millones de parados. Se podrá objetar que es injusto meter a todos en el mismo saco, que es muy posible que algunos de ellos sean declarados inocentes, pero la perspectiva política trasciende el contenido de las sentencias. Los políticos españoles están ahora en el centro de la diana, por la incapacidad de hacer frente a la crisis económica y por la facilidad que tienen de quedar atrapados en la instrucción de los sumarios.
La segunda consecuencia tiene que ver con el PP. Bárcenas pertenecía al núcleo duro del partido, ya que el ex gerente, ex tesorero y ex senador era algo más que un técnico que sabía de cuentas. Hasta hace dos años era hombre de confianza de los que mandan, así que cualquier tropezón judicial dañará la credibilidad del partido.