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Juan Neira

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CHOQUE DE TRENES

Mariano Rajoy repitió el discurso de Dolores de Cospedal, pero con mayor sobreactuación, pese a la sobriedad del político gallego. El presidente del Gobierno tuvo más tiempo para reflexionar y no se vio cuestionado en una rueda de prensa, como la secretaria general del partido, de modo que sus afirmaciones resultaron mucho más contundentes y creíbles. Todo es falso. Nunca ha recibido ni repartido dinero negro. No tiene nada que ocultar. No teme a la verdad. No vino a la política a ganar dinero (indiscutible: los registradores de la propiedad ganan más que los ministros) ni a engañar a Hacienda. El PP no tiene nada que ver con la cuenta de Bárcenas en Suiza.
Contra la evidencia de la fotocopia, la declaración más rotunda del presidente. La seriedad de la institución frente a la caligrafía del tesorero. No cabe mayor discrepancia entre prueba y testimonio en una cuestión de Estado. Nunca se había dado una situación así en la democracia española. Hubo políticos pillados in fraganti y se conocieron operaciones criminales de Estado. También se destaparon mecanismos de financiación ilegal de los aparatos partidarios y vimos el saqueo de servicios sociales o de empleo por parte de sus gestores. Recientemente tuvimos noticia de las andanzas de los hijos de un ex presidente autonómico que saben hacer caja con todos los bienes y servicios de la patria. Y supimos del yerno de un suegro ilustre que se hizo rico dejando la tarjeta de visita en empresas y ayuntamientos.
Pero lo que tenemos delante de nosotros es algo de naturaleza distinta: el choque entre el partido que gobierna con mayoría absoluta de Las Cortes y una prueba acusatoria que afecta de lleno a los dirigentes de ese partido durante los últimos veinte años. De ese supremo antagonismo no puede nacer una síntesis. Una de las dos evidencias se tiene que disolver como azucarillo en el café.
JURAMENTO
Las piezas auxiliares (publicidad de sus declaraciones de renta y patrimonio) que acompañaron el discurso de Rajoy no tienen gran trascendencia. La gente que ingresa dinero negro no lo hace constar en sus documentos fiscales. Hay un sector hortera de la política, con propensión a vivir y gastar en Marbella o en las Baleares que dejan huella de sus ingresos espurios como hacía el Dioni en el disco de Sabina, pero en ningún lado está escrito que los ladrones no sean gente discreta. La apelación a la transparencia vale para la adjudicación de los contratos de la Administración, pero no frena el flujo de dinero B. Con recordar que la transparencia se ha convertido en el arma de regeneración de Convergencia y Unio ya está todo dicho. El peso del discurso de Rajoy no está en las apelaciones a la transparencia ni en las auditorías, sino en sus rotundas afirmaciones que equivalen a un juramento solemne.
Rajoy lamentó el comportamiento de Rubalcaba que según el presidente dio crédito a las insinuaciones más dañinas, sin reparar en el efecto que tenían sobre el prestigio de España. Durante los trece años de gobierno de Felipe González y los siete años largos de Zapatero, no hubo ni una sola vez que el PP renunciara a todo su arsenal de ataque opositor, sin importarle las delicadas coyunturas por las que pasaba la nación. Por desgracia, esa es la moneda con la que saldan sus deudas las formaciones del bipartidismo.
Se equivoca el presidente del Gobierno cuando habla de insinuaciones. Ante los ojos y oídos de la opinión pública hay dos realidades sólidas, sin un átomo de ambigüedad, la declaración del jefe del Ejecutivo y los extractos contables de Bárcenas. El apabullante testimonio del presidente y el clamor de la prueba.
ERROR
Hay un solo punto donde me inquietó el discurso de Rajoy: “no sé cuales son las intenciones, tampoco sé quien manipula los datos ni quien los filtra dosificadamente”. Puestos a establecer hipótesis, hay un sector de la población que vio en el entorno del tesorero el origen de la noticia, con la finalidad de obtener mediación gubernamental para no naufragar en medio de la tormenta de la Gürtel y de la cuenta suiza. Pero no entiendo cómo Rajoy habla de manipular datos. Para manipular tiene que haber una realidad preexistente. Vería lógico que se preguntase por quién “inventa los datos”. Puede parecer una cuestión de matiz, pero me parece un error impropio de una persona tan inteligente y reflexiva como Rajoy.
Soy pesimista. El choque de trenes está asegurado. No creo que la oposición, los sindicatos y la gente se olviden de las fotocopias de Bárcenas ni tampoco veo que el presidente pueda cambiar ni una coma de su declaración. Más que nunca el presidente del Gobierno de España está prisionero de sus palabras.
Una contradicción tan feroz, que sólo encuentra equivalencia en la incompatibilidad que preside las relaciones entre el blanco y el negro, tiene una única manera de resolverse: desvaneciéndose uno de los términos, convirtiendo al negro en blanco. Como Rajoy no puede volverse atrás, sólo cabe que Bárcenas reconozca el extracto contable y disuelva su tinta con una leyenda que nos hable de supuestos, conjeturas, borradores, anotaciones de peña quinielista, o lo que su imaginación depare. La solidez del Estado, la estabilidad social y hasta el ajuste fiscal merecen que el tesorero repase la contabilidad y nos saque del error.

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por JUAN NEIRA

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