Óscar López, número tres en la jerarquía del PSOE, ha dicho que la Comisión Ejecutiva del partido ve con buenos ojos que todos los afiliados socialistas escojan con su voto al secretario general. El líder del partido siempre fue elegido por los delegados que asistían a los congresos. En un caso votan los cuadros del partido, un grupo de 500 o 1.000 personas, previamente controladas por el aparato del partido, y en el otro, decenas de miles de afiliados, sin posible tutela.
En el último congreso del PSOE, celebrado en Sevilla, Rubalcaba se mostró contrario a dar el poder de decisión a las bases, pero ahora cambió de opinión empujado por el ejemplo de los socialistas gallegos que someterán a consulta de toda la organización el nombre del secretario general. El máximo líder socialista está en horas bajas, y prefiere asumir la demanda de sus compañeros en Galicia, en vez de enfrentarse a ellos e imponer la autoridad de la dirección federal del partido, aplicando medidas disciplinarias, si fuera necesario. El problema de Rubalcaba no está en los barones del partido, aunque con sus declaraciones no le hagan la vida agradable, sino en las encuestas. Mes tras mes, los sondeos sobre intención de voto muestran que el PSOE contaría con menos diputados que en las últimas elecciones del 20 de noviembre de 2011, cuando obtuvo 110 escaños, el registro más bajo en treinta y cuatro años de democracia. En las bases del partido se baraja la idea de organizar elecciones primarias, porque se extiende la idea de que en el último congreso se equivocaron eligiendo a Rubalcaba. Se piden elecciones primarias pensando en levantar una alternativa al actual secretario general.
En la era de internet no tiene sentido delegar el voto. Las elecciones a todos los niveles (orgánicas e institucionales) constituyen un avance democrático. Los aparatos de los partidos están relacionados con los aspectos más sórdidos de la política, y hay que sustituir su poder de decisión por la voluntad de los militantes expresada en urnas. Estoy convencido que el ejemplo socialista influirá en el resto de partidos, con la excepción de UPyD, que ya lo aplica en la actualidad. El cambio de método para elegir secretario general contribuirá a crear un nuevo tipo de liderazgo y terminará con el degradado rol del militante: ciudadano que paga cuotas y pone carteles electorales.