En la entrevista con Álvarez-Cascos, publicada ayer en EL COMERCIO, el dirigente de Foro Asturias afirmaba que “Asturias necesita un plan de choque en inversión pública e infraestructuras”. La idea de activar la economía con programas de inversión pública está proscrita en España desde mayo de 2010, cuando la Unión Europea, alarmada por las cuentas de Grecia, aprovechó una cumbre comunitaria para forzar a Zapatero a rectificar su estrategia de gasto expansivo. Desde entonces, estamos entregados a una política monolítica: ajuste fiscal. De entonces a hoy, el déficit sólo se redujo en 2,1 puntos porcentuales, siempre y cuando excluyamos los 38.000 millones de euros entregados por la Unión Europea a la banca. En caso de incluir esa ayuda el déficit aumentó en punto y medio.
Tres años más tarde, el debate sobre el déficit se dirime entre los defensores de la doctrina europea (en puridad habría que hablar de doctrina alemana) y los que piden relajar la disciplina fiscal para aliviar la situación de familias y empresas. En España, con 6.202.000 parados y año y medio de recesión, es urgente decidir qué hacer. Las exigencias europeas no se pueden soslayar, porque en caso contrario nuestros acreedores cerrarían el grifo de la financiación española. Ahora bien, aceptando el condicionante europeo, el dilema español, y asturiano, consiste en seguir con el método actual de consolidación fiscal o en cambiar de modelo. Vamos al asunto.
Tanto el ajuste de Rajoy, como el que realiza Javier Fernández, se basa en dos herramientas: subir impuestos y reducir drásticamente las inversiones. Bajo el discurso del recorte de gastos, lo que se realiza es una poda masiva de inversiones. Estos días se recordaba, con consternación, que tenemos la población ocupada del año 2003; pues bien, el nivel de inversión presupuestaria está en niveles de 1998. La alternativa al ajuste actual pasa por reducir los gastos y ampliar las inversiones, para conjugar ajuste fiscal y relanzamiento de empleo. Plantear el debate sobre ajuste fiscal o relajación del déficit es una falacia, ya que no queda otro remedio que rebajar el diferencial entre gastos e ingresos. La cuestión está en discutir si tiene sentido que el Principado sólo destine 364,7 millones a inversión productiva teniendo a 122.700 asturianos en la lista del paro. Cambiar gasto por inversión.