Uno tras otro, los gobiernos autonómicos del PP rechazan la posibilidad de que haya objetivos de déficit distintos para cada región. Extremadura, Galicia, Castilla y León, Madrid, Cantabria, Aragón, Baleares y La Rioja discrepan de la decisión tomada por Rajoy, dispuesto a permitir desequilibrios presupuestarios en Cataluña, Valencia, Murcia y Andalucía, que se compensarían con un mayor ajuste en las regiones que presentaron un déficit más bajo en 2012. Se premia al alumno que no estudia y se manda repetir la tarea al que hace los deberes. Los gobiernos del PP se quejan por la injusticia flagrante que va a cometer el Ministerio de Hacienda al permitir que Cataluña o Valencia puedan alcanzar un desfase entre gastos e ingresos cercano al 2%, mientras que Asturias, Galicia o Extremadura sólo podrán tener un déficit del 1,2%.
Siendo cierto el agravio comparativo, lo más grave no está en el trato desigual que va a dar a las distintas comunidades autónomas, sino en que la política del déficit asimétrico abre la puerta al fracaso en el principal objetivo del mandato: la consolidación fiscal, una auténtica política de Estado ¿Qué autoridad moral van a tener Rajoy y Montoro para pedir a los gobiernos de Asturias o de Castilla y León que hagan un ajuste fiscal más riguroso, cuando gobiernos derrochadores como el catalán y el valenciano trasgredieron el techo de déficit marcado para 2012 y les premian con un techo más amplio para 2013? ¿Cómo van a presionar a los gobiernos autonómicos que cumplieron con las normas, si el Ministerio de Hacienda queda cruzado de brazos ante las 437 empresas públicas de la Generalitat, pieza clave para que Cataluña deba más de 50.000 millones de euros? El esfuerzo realizado entre 2011 y 2013 se va a tirar por la borda con la estrategia del déficit a la carta.
El Principado propone que todas las comunidades tengan el mismo objetivo fiscal, que sitúa en el 1,5% con respecto al PIB, el mismo que en 2012. La fijación de un mismo umbral de déficit es una meta sensata, pero no debe elevarse al 1,5%. Los dos años dados por la Comisión Europea, un plazo extraordinario para enderezar las cuentas, no pueden desperdiciarse relajando la política fiscal. Hay que reducir el nivel de endeudamiento y eso sólo se logra saneando las cuentas. La receta: reducción de gasto y aumento de inversión. Única forma de rebajar paro y déficit.